Sinopsis: El doctor Frankl, psiquiatra y escritor, suele preguntar a sus pacientes aquejados de múltiples padecimientos: «¿Por qué no se suicida usted?» Y muchas veces, de las respuestas extrae una orientación para la psicoterapia a aplicar: a éste, lo que le ata a la vida son los hijos; al otro, un talento, una habilidad sin explotar; a un tercero, quizás, sólo unos cuantos recuerdos que merece la pena rescatar del olvido. Tejer estas tenues hebras de vidas rotas en una urdimbre firme, coherente, significativa y responsable es el objeto con que se enfrenta la logoterapia.
En esta obra, Viktor E. Frankl explica la experiencia que le llevó al descubrimiento de la logoterapia. Prisionero, durante mucho tiempo, en los desalmados campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. ¿Cómo pudo él que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del exterminio, cómo pudo aceptar que la vida fuera digna de vivirla? El psiquiatra que personalmente ha tenido que enfrentarse a tales rigores merece que se le escuche, pues nadie como él para juzgar nuestra condición humana sabia y compasivamente. Las palabras del doctor Frankl alcanzan un temple sorprendentemente esperanzador sobre la capacidad humana de trascender sus dificultades y descubrir la verdad conveniente y orientadora.
El hombre en busca de sentido by Viktor E. Frankl
My rating: 4 of 5 stars
Nunca habrá suficientes versiones ni puntos de vista sobre lo ocurrido en los campos de concentración, como para que podamos afirmar que lo escuchamos todo y que tenemos la información necesaria como para hacernos una idea de lo que fue aquella atrocidad. Cada inédito suceso, cada nueva averiguación es aún más inhumada a la anterior escuchada.
Viktor Frankl intenta dar otra vuelta de tuerca a toda aquella barbarie puesto que tiene la perspectiva tanto de la persona que lo experimentó en sus propias carnes -y valga la redundancia-, como la que le aportaban sus estudios de psiquiatría. Su libro es una mezcla de objetividad psicológica junto con una pizca de inevitable experiencia personal en la que no afloran los sentimientos del profesional, sino del ser humano.
Aunque a mí me suele atraer más en este tipo de historias leer la parte personal vivida por cada uno, también me gustó hasta cierto punto que con cada experiencia nos diera ciertas referencias a los por qué y los cómo de lo padecido. Claro que, por lógica y sin necesidad de datos psicológicos que nos encaucen, creo que todos y cada uno de nosotros podíamos comprender los sentimientos de la gente que lo sufrió sin necesidad de tener un nombre a cada afección o situación concretas.
Quizá la parte final del libro es la que no me encaja demasiado en la historia. Para mi gusto, habría sido más acertado recordar algunas anécdotas diferentes más o incluso explayarse en las ya contadas para hacer un libro más completo y algo menos "frío" y dejar la última parte para otro libro diferente. Me dio la impresión de que sonaba interesante, pero que iba dejando muchas cosas en el tintero por lo extenderse o salirse del tema que estaba tratando como principal y a su vez, que simplemente pasaba por encima de unas vivencias que indudablemente debieron marcarle mucho más de lo que parece hacernos querer ver pasando como de puntillas ante ellas. Tampoco puedo culparle...
Me quedo con una frase durísima con la que me siento muy ligada:
“Ya no espero nada de la vida”. ¿Hay algún argumento contra esas palabras?
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