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sábado, 31 de mayo de 2014

Hoy no me puedo levantar (El musical. Parte I)

Nunca fui muy fan de los musicales. O bueno, o quizá sí pero nunca lo he sabido. Supongo que es complicado saberlo cuando siempre viviste en un lugar en el que ni siquiera tenías un cine cerca. 

Todos conocéis mis miedos, no me gustan los lugares lejanos, no me gustan los lugares desconocidos, no me atraen los lugares con mucha gente y un musical es el cóctel perfecto compuesto de un toque (o más bien chorretón) de cada cosa de esas mismas que temo. Aún así, siempre me gustó tanto el grupo Mecano que en 2005 me decidí a ir a ver el musical de Madrid en tributo al grupo. 

No quería ir los primeros días, ya que no tenía muchas referencias sobre lo que era un musical, así que si éste era malo, iba a ser más fácil que me decepcionase y que mi desconocimiento en musicales sumado a una mala obra provocasen un rechazo general a este tipo de obras. Entre unas cosas y otras, el tiempo fue pasando hasta llegar el día en el que se celebraba la última función en Madrid y yo no había podido ir a verlo aún. Millones de personas habían podido disfrutar de un musical tildado de exitoso, que duró varios años en cartel y que provocó tanto una gira española a lo largo de diferentes comunidades, como una gira por el país de México. Dijeron que este musical no se pondría nunca más en cartel, que era un cese definitivo, y yo me quedé resignada pero con una espirita clavada por no haber podido disfrutarlo cuando tuve la oportunidad. 

Hace tan sólo unos meses mientras miraba -pero no veía- la tele, salió un anuncio que captó mi atención al instante. Por supuesto, eso era, ¡volvía a Madrid el musical! No me lo podía creer, esta vez no se me podía escapar, aunque de nuevo iba a volver a esperar a la crítica. Era un musical diferente, con actores distintos pero según decían, mejorado. Este año sí. 

Justo a medidos de Mayo mientras volvía del gimnasio, un amigo y sin recordar muy bien cómo salió el tema, me comentó que precisamente al día siguiente en un teatro de Madrid había una función en tributo a Mecano que también estaba siendo un éxito de crítica. ¡Justo al día siguiente! En menos de 24 horas. Lo mejor de todo es que yo tenía obligaciones deportivas hasta una hora antes de que comenzase la función y evidentemente me tenía que duchar antes de ir y no me iba a dar tiempo. Aunque... Tenía un as en la manga: el de mandarlo todo a tomar por saco. No, el musical no, el deporte, por supuesto. No, no me habéis entendido mal, estaba dispuesta a enviar a tomar vientos todo, pero ya no por ver el musical o no, sino porque es algo que hago de forma altruista, que me da muchos más disgustos que alegrías y donde, a mi modo de ver (y no sólo el mío) se me está tratando de manera bastante injusta. El caso es que dependiendo del trato que me dieran esa tarde, les dejaría tirados y me iría o haría una contrarreloj para poder estar allí a tiempo (cosa esta última que no me apetecía para nada). 

Aquel día fue el día fue en el que peor me pude sentir. A punto estuve de terminar a lágrima viva, pero como soy ese tipo de personas que se enfadan cada cinco años, me serené, cogí mis bártulos y me vine a duchar a casa. Ni siquiera esperé a la hora de salida, simplemente me fui. Parece que lo estaban viendo venir, oye. 

Debo confesar que una vez allí, el musical me sorprendió y para bien. Al llevar menos elenco tanto de actores como de bailarines por eso de ser un tributo, sumado al precio de las entradas (notablemente más bajo que las del musical de Gran Vía y donde además iba invitada) me indujo a pensar en algo con menos calidad. Craso error...

Es evidente que ahora que puedo compararlo con el musical original (del que hablaré en la siguiente entrada) carece de muchas cosas que el otro tiene, aunque más que nada las diferencias se dan en cuanto a attrezzo, puesta en escena, duración, diálogos y número de personas en el escenario. Pero la verdad es que lo complementan bastante bien a la hora de meterte en el papel y animar. No había momento en el que no te pidieran que cantaras, bailaras, por supuesto dieses palmas y disfrutases de la función. Incluso saltaban del escenario para compartir la música con el público, una gozada. Un poco más y si nos dicen de subir al escenario lo mismo hasta algunos nos animamos. 

¿Lo "malo"? Pues eso, un attrezzo mucho más limitado, micros de mano (que supongo que irán a cargo del teatro en cuestión, pero que a ellos les debe incapacitar un poco a la hora de expresarse y bailar), algo menos de historia, menos gente encima del escenario y... Bueno, eso, que queda menos espectacular, pero volvemos a lo mismo, en relación al precio nunca hubiera esperado algo de tanta calidad. 

No podía haber habido una manera mejor de abrir boca para el musical original y tampoco de terminar tan nefasta tarde...

jueves, 15 de mayo de 2014

Día agridulce

Dejando a un lado esta enorme jaqueca que me está derrotando (esto entraría dentro de la parte agria del día): hoy ha sido un día agridulce.

Quizá me he dado cuenta de sopetón de algo que ya sabía pero que no me había parado a pensar con detenimiento. O al menos no he querido pensarlo con detenimiento. Dentro de unas semanas, mi vida va a dar uno de esos vuelcos con los que acostumbra a sorprenderme cada cierto tiempo y todo cambiará.

Dejaré de trabajar. Aunque fuera algo que hacía sin ánimo de lucro, me gustaba hacerlo. Me gustaba estar con los niños, conocerles... Me gustaba enseñar y sobre todo aprender. Sabía que una vez acabara este mes dejaría de hacerlo, aunque tenía la esperanza de poder seguir con niños más pequeños y por tanto, poder seguir abriéndome al mundo y hacer cosas nuevas... Por ahora no es factible. Tan sólo me quedan unos días con ellos que intentaré disfrutar al máximo, pero una vez llegado Junio, fiesta incluida, esta parte de mi nueva vida desaparecerá. Me da mucha rabia estar en ese punto en el que iba dejándome conocer y también conociendo, pero tener que cortarlo todo de un tirón.

Por otro lado, mis entrenamientos también terminan. Bueno, en realidad los entrenamientos no, yo seguiré entrenando y ejercitándome, pero esta vez por mi cuenta. El verano es sinónimo de fin de temporada y por tanto de vacaciones, pero las noticias no son demasiado halagüeñas y las previsiones son una escisión ya sospechada y hoy anunciada. Si puedo continuar, continuaré, aunque no de igual manera ni con las mismas compañeras. Quieras que no, se les coge cariño y a pesar de que yo nunca lo demuestre, se lo había cogido. No se puede decir que esté dentro del grupo, ya sea por mi parte (no me voy a 'quitar méritos') pero tampoco considero que se me estén dando facilidades para esa unión. Al año que viene desaparecerán compañeras a las que nunca hablo, pero a quienes aprecio y entre esto, aquello y un poco de lo de más allá, puede que yo sea también una de las que claudiquen.

En el gimnasio continuaré, al menos esa es mi visión de futuro. Mi monitor pasa por momentos bajos y yo voy a estar ahí para dar por saco, como siempre vengo acostumbrando. No me gusta la situación que está viviendo, pero esta es también la forma que la vida tiene para decirte: 'Eh, no te creas que eres único, hay gente que pasa por cosas similares o incluso peores'. Yo a veces la contesto que también hay muchos que pasan por situaciones mucho mejores constantemente, pero cuando la vida se pone cabezona, no razona. Es lo que hay.

Mezclemos tantas partes agrias con alguna un poco dulce, para contrarrestar al menos... Mañana, si puedo, compraré por fin la cámara que quiero desde hace tanto tiempo. No voy a adelantar acontecimientos porque no sé si habrá y de haber, si el precio me convendrá, pero la verdad es que la tengo ganitas. Ya que ahora el tiempo que pasaba con los niños me quedará libre, quiero aprovechar para hacer cosas nuevas. Quiero grabar, quiero hacer fotos, quiero dibujar, hacer manualidades, coser, volver a tocar la guitarra... Bueno, quiero hacer muchas cosas, pero eso ya se verá mañana. Ahora... Me toca dormir, descansar en la medida en la que la que esta bestial jaqueca me deje y... Madrugar. Es la parte que peor llevo.

¡Días de 48 horas por favor!

jueves, 1 de mayo de 2014

Mi ropa de verano

A poco que alguien me conozca sabrá que no soy para nada seguidora de modas. Tampoco podría encasillarme en un sólo estilo a la hora de vestir: skate, hipster, punk, heavy, emo y mil tribus urbanas más que ramifican y crean otras individuales dentro del mismo estilo... En fin, que como dije una vez en mi entrada Yo siempre he admirado..., me gustan algunas cosas de cada estilo sin que sean determinantes a la hora de describirme. Me gustan las gafas de pasta pero no podría decirse que soy hipster. Me gustan las rastas pero no podría considerarse que soy rastafari. Me gustan las T1 pero tampoco soy hippie. Creo que se entiende...

Si una cosa me gusta (y entra dentro de mi presupuesto) me la compro. Me da igual que esté de moda, que no lo esté, que sea de hombre, que ya no se lleve, que a nadie le guste... Si me gusta, me la voy a comprar y me la voy a poner. De hecho, para que algo acabe en mi armario, debe cumplir tan sólo cuatro normas básicas:

   1. Que se ajuste a mi presupuesto. Puedo pagar 90 euros por un pantalón, pero no me apetece hacerlo porque pienso que difícilmente los valga.
   2. Que me guste. Esta es de cajón...
   3. Que sea cómodo. Comodidad ante todo, si voy a ir estupenda pero me tengo que bajar la falda cada dos minutos para que no se vea nada o subir el escote del vestido palabra de honor, no me lo voy a poner. 
   4. Que me haga sentir cómoda el estilo. Con unos mocasines o un polo, probablemente no me sentiría nada cómoda. 

Curiosamente la mayoría de la ropa que tengo no sigue estos 'requisitos' puesto que es regalada y entre eso y que yo cuido un montón las cosas, me dura tanto tiempo que a veces me dan ganas de hacer un montón con ella y quemarla. 

(Que conste que es una forma de hablar, nunca lo haría y en tal caso, la donaría, porque como digo, es ropa que está muy bien cuidada y alguien más la podría aprovechar).

El caso es que a veces tienes 20 camisetas, que son una barbaridad, pero están bien y no las vas a tirar... De las 20, dos son nuevas y te gustan, otras 12 son de hace un montón de años pero te valen y están bien (típicas excusas para no tirarlas) y sobre las restantes piensas: '¿Pero qué demonios...(bebí yo para comprarme esto, sí)?' Y sigues dejando las 20 en el montón de las camisetas, que no caben en el armario, que éste se viene abajo, pero... Sabes que deberías hacer limpieza y tirar un montón de cosas que no te vas a poner, pero me da la impresión de que tirar esa ropa es una frivolidad, como que me sobra el dinero y tiro cosas útiles y nunca lo hago. Así que mi armario es una mezcla de estilos en el que pocas veces encuentro algo que combine, me quede bien, me valga o me guste, a pesar de tener mil cosas dentro. Y esto se aplica a cualquier prenda, no sólo a camisetas... Pantalones largos, cortos, calcetines, chaquetas, sudaderas... 

Este año voy a aprovechar el cambio de estación; porque como sabréis, en España hay dos estaciones, verano e invierno; y voy a comprar cosas que tengo encaprichadas y que además me hacen falta (menos una, que pese a su funcionalidad en verano es sólo puro capricho, para qué nos vamos a engañar). Si me está leyendo alguien muy rico y que me deba un favor, pongamos Cristiano Ronaldo, Bill Gates o Amancio Ortega (¡vamos! No lo neguéis, sé que soléis leer mi blog a menudo... xD) y le apetece regalarme alguna cosa, no diré que no. 

Primera prenda a añadir en mi armario, ¡unos calcetines! Parece algo tonto, pero con tanto gimnasio, tanto entrenamiento y tanta historia, ando algo corta de calcetines. Evidentemente hay que lavarlos todos los días después de cada entrenamiento y he tenido que tirar un montón porque se han roto del roce con las zapatillas y de los continuos lavados. Tengo el capricho de comprarme unos de estos típicos de skate, los old school. Me gustan iguales a los de la foto, de la misma altura y del mismo color, azules y rojos. Los he visto en una tienda catalana por 8 eurazos (un par de calcetines 8 euros...) y en una tienda americana donde ya he comprado antes por 6.50 euros. Que sigan bajando...

Este es el capricho del que os hablaba, un gorro Panamá. Lógicamente los de la marca no bajan de los 65 euros (más 15 euros de gastos de envío, por supuesto), pero una falsificación es bastante más barata y me comentan que para calmar el ansia de desencapricharme y cubrirte del sol, sirve igual. Quizá es una leyenda urbana... :P 

Me gusta el de la derecha y, para que os hagáis una idea sobre mi seguimiento de las modas, lo quiero desde hace tres veranos y aún hoy me ha sido imposible conseguirlo. 

Soy de cabeza pequeña (pero muy bien amueblada, que no se diga), a ver si este año tengo más suerte.

También quiero unos pantalones chinos, o similar, cortos y que sean de un color diferente. Verdes claros, azules claros, morados, rojos... 

Una vez cumplidos los 12 años, arriba-abajo, dejé de ponerme pantalones cortos por vergüenza, o qué sé yo. Hace un par de años quise volver a ponerme unos en verano, pero no tenía, así que decidí que para el verano siguiente (este que pasó) me compraría unos y me los pondría. Desgraciadamente tuve una enfermedad en la piel y de nuevo tuve que quedarme sin comprar y lucir unos pantalones cortos. Este año ya medio por capricho, medio por venganza contra mi cuerpo, quiero mis pantalones cortos. 

Por favor, que sean tímidamente largos. Para enseñar el culo prefiero ir por la calle en ropa interior o bikini. Contra gustos no hay nada escrito, pero los míos, que sean como los de la foto.


Oh, por favor, quiero un chaleco negro de cuero... Bueno, quien dice cuero, dice polipiel, vosotros me entendéis. Me encantan las chupas de cuero. De hecho tengo tres, dos negras y otra color camel. Dos de ellas me costaron la sorprendente cifra de 15 euros, cuando a veces no encuentras ni una camiseta de manga corta por ese precio. 

Hace tres veranos (y a la vez que quería unos pantalones cortos) estuve buscando comprar un chaleco vaquero, pero por aquel entonces estaban de moda y en algunos sitios no bajaban de los 50 euros. Ni de broma pago 50 euros por una cazadora sin mangas, por mucha marca que tenga y mucha moda y tendencia que cree. Además la mayoría eran bastante feos, ya sabéis ropa de mujer en la que a dos centímetros le meten brillantina, lazos, tachuelas y una cremallera. Así, algo sencillo... 

El año pasado por fin pude comprarlo fuera de temporada por 10 euros.



Y quiero otros chinos, pero esta vez largos. Estoy totalmente falta de pantalones. Quiero unos, a poder ser que no sean azules. Me gustaría tener unos negros (sí, ya sé que es un color que se pone muy feo con los lavados, pero quiero unos negros) y otros color mostaza. Así podría tirar todos los pantalones que tengo, que están los pobres para el arrastre y tener tres, para quita y pon. Mis Levi's de siempre y este par.

Por cierto, eso de que sólo sean para hombres y por tanto, sólo estén en la sección de hombres... Sí, ya sé que ponerse pantalones de hombre siendo mujer es cuando menos que un delito, debo ser una una forajida, deténganme, pero quiero probar estos pantalones, nunca tuve unos del estilo.

PD: Sí, se me ha ido la olla. A veces me pasa.
Sobre el tiempo que hace que quiero este tipo de pantalones ya perdí la cuenta. Los llamados tartan, escoceses, punks o como quiera que cada uno los conozca siempre estuvieron en mi mente, pero nunca logré conseguir unos.

Hace un par de años o tres se volvieron a poner de moda y los comenzaron a traer en las típicas tiendas de ropa de chicas jóvenes que casi todos conocemos. Fui allí a verlos, pero lo cierto es que se alejaban bastante de la típica estética y se acercaban más a unos pantalones normales pero rojos y de cuadros. El hecho es que, entre eso y que el precio estaba en concordancia a que estaban de moda en aquellos momentos, me volví a quedar con las ganas de estos pantalones.

Tiempo antes mi abuela había intentando coserme unos ella misma al saber que me gustaban, pero la mujer ya no veía mucho y no consiguió sacar bien el patrón de los primeros pantalones que le dejé de muestra, así que tuve que llevar otros y al final salió un pantalón mezcla de los dos de guía... Cierto es que bonitos quedaron y además me los he estado poniendo hasta hace poco, pero volvemos a lo mismo, eran unos pantalones de cuadros rojos.

Continuo queriéndolos, pero no a cualquier precio, eso de que unos pantalones cuesten 75 euros no está hecho para mí.







A lo mejor soy una chica rarísima, no lo niego, pero que haya tenido que estar con unos mismos vaqueros desde que tenía 16 años (al menos me salieron buenos...) porque no había manera de encontrar otros del estilo, manda huevos, como diría uno que yo me sé. De verdad que no pido tanto, sólo quiero que sean normales y NO AJUSTADOS. Creo que los fabricantes/diseñadores en materia femenina no conocen ninguno de esos dos términos: normales y no ajustados.

De tener algún rotillo y no ser más caros de 30 euros, me dignaría a hacer un monumento, aunque sea a cartón piedra, del diseñador que los creó. Los del centro de la foto, por ejemplo, me convencerían bastante.

Y bueno, para terminar, necesitaría unas zapatillas. Siempre he llevado las típicas Pama, Naik, Adadis, Ball Star y similares, o simplemente unas zapatillas de marca blanca que se pueden comprar en cualquier establecimiento.

Ahora me apetece tirar unos cuántos pares que tengo más viejos y comprarme unas que sean un poco más caras, pero que si puede ser, sean más bonitas y me duren algo más.

Estas Vans rojas llevan mi nombre...