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martes, 1 de octubre de 2019

¿Puedo opinar?

La primera vez que vi este vídeo en internet, pensé que era eso mismo, una crítica cómica sobre el camino que está tomando poco a poco la sociedad a la hora obrar con lo que se conoce como inclusión o quizá tan solo con el respeto a las opiniones del prójimo.

La segunda vez me pareció más o menos lo mismo, aunque comencé a verlo no tanto como una comedia sino con ápices de veracidad en algunos casos.

Hoy, la tercera vez que lo visualizo y después de alguna experiencia un tanto surrealista, creo que cada vez estamos más avocados a que esta crítica que ya digo, es comedia, se asemeje demasiado a una realidad literal de lo que puede pasar en un futuro.


Se suele decir que hay tantas opiniones como culos y si bien es cierto, al igual que el que todos tengamos un culo no implica por derecho que sea un culo agradable a la vista... Sucede igual con las opiniones, todos tenemos una; pero esto no quiere decir que tenga que ser la mejor y mucho menos respetuosa.

Quizá ahora está más de moda decir que los millennials (o generación Y, personas nacidas entre los años 1981 y 1993, aunque esto puede variar según donde te informes) somos esa generación de cristal que se ofende y sufre por todo porque hemos crecido en una época en la que las guerras ya quedan por suerte atrás en la historia ("tenías que haber vivido una guerra, verás como así espabilabas..."), la mili había dejado de ser obligatoria ("tenía que volver la mili obligatoria, que parece que estáis todos amuermaos'") y nuestros padres intentaban darnos todo lo que ellos no tuvieron, lo que a ojos de los demás era sinónimo de sobre protegernos.

Supongo que tanto todas esas razones, como el empezar a ver con otros ojos que de verdad otras personas pueden sufrir con nuestros actos, nos han llevado a actuar de diferente manera a como lo hacían nuestros padres y por supuesto, nuestros abuelos. Aún no hemos alcanzado la quimera de vivir en un mundo en el que todos nos respetemos y den igual nuestras preferencias sexuales, religión, color de piel, etc. pero creo que en muchos casos estamos empezando a confundir conceptos.

Ahora nos es relativamente fácil encontrar dos extremos que, como extremos, se están saliendo de la fina línea que separa según qué cosas. Me explico... Siempre ha existido la persona criticona a la que le da igual conocerte o no, a la que le da igual mentir con tal de sacar a la luz un tema que ha medio escuchado pero nunca contrastado, a quien le da igual ofenderte porque... ¡Está siendo sincera! (También tenemos la versión de "es mi opinión y por tanto no voy a informarme sobre dicho tema, voy a seguir diciéndolo aunque ofenda", pero más o menos viene a ser lo mismo.) Y no es que la sinceridad esté sobrevalorada, es que es simplemente un disfraz para poder decir lo mismo que decía antes pero que quien se sienta mal no sea esa persona, sino tú por ser demasiado frágil y sensible. Y bueno, internet, que no se nos olvide que además de ser la generación de cristal, también somos la promoción del inicio de la digitalización y todo lo que esto implica. Hemos empezado a crecer en un mundo sin ordenadores, pero hemos terminado con un móvil como extensión de nuestros brazos. ¿Qué quiere decir esto? Que podemos seguir haciendo lo mismo desde internet y ahora además desde el anonimato, con lo que el descontrol es ahora siempre un plato más en nuestro menú diario. Por tanto, si te digo algo, por muy fuerte y ofensivo que sea, la culpa es tuya por ser demasiado sensible y nunca mía, porque yo... Estoy siendo sincera y por todos es sabido que la sinceridad es una virtud.

El otro extremo a tratar es precisamente el del vídeo, las personas que se ofenden por cada palabra que digas tratando de describir a otras personas e incluso a ti mismo. Creo ser una persona respetuosa, de mente bastante avanzada y liberal y que repele el humor negro en general. De hecho siempre me han dicho que soy negativa, que me tomo demasiado en serio todo y que debería mirarlo todo con algo más de sentido del humor, por lo que a veces intento llevarlo a cabo. Pero eh, cuidado, esto tampoco parece estar dentro de lo considerado como apto puesto que puedo estar ofendiendo también a muchas personas. No se puede hacer humor con nada porque en cuanto esa persona, alguien de su familia, un primo o el tío de la madre de la hermana de su cuñado conoce a una persona que pudo sufrir algo parecido a lo que tú te estás refiriendo de manera "no seria". Por supuesto cuando hablo de un tono de humor no hablo de hacer burla o reírse de nadie y siempre estaría bien emplearlo en un círculo en el que las personas que te vayan a escuchar sean personas cercanas, pero lo dicho, cuando rozamos la fina línea de tomarlo con humor y pasamos a esa ofensa... ¿Qué nos queda?

Aún con esto, siempre habrá invidentes que te digan eso de "tengo más hambre que el perro de un ciego" o calvos que te confesarán que "no tienen un pelo de tontos". 

¿Y vosotros? ¿Creéis que nos movemos en los extremos o quizá que de vez en cuando podemos tomarnos algunos problemas con un poco de humor sin que haya nadie que pueda sentirse mal por ello?

sábado, 30 de marzo de 2019

S.A.

Siempre lo he sabido. Lo supe casi desde el principio, si es que alguna vez esto tuvo un principio "consciente", y probablemente a su vez es todo tan lejano que dudo con exactitud cuándo pudo suceder, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones, creedme, tengo una memoria prodigiosa. Pero la vida son experiencias y al crecer ellas contigo y tú con ellas, para una mente aún tierna es más lógico achacar cada sentimiento a una razón y no a una persona. La vida te lo explica así y la gente a su vez lo corrobora; pero es cierto que uno realmente no es capaz de analizar más que a su propia persona.


Nunca vas a saber cuándo vas a experimentar por primera vez la confusión que provoca ese click que lo cambiará todo. Creo que yo era demasiado pequeña y no lo supe ni sobrellevar ni detectar. Tampoco culpo a la gente de mi alrededor de que no lo hicieran, como ya aseguré antes, la mente a veces no es capaz de darnos las pistas necesarias para encontrar al culpable. Nada. Invisible. 

Faltaron años, tanto temporales como propios, y yo seguía pensando que crear una personalidad era caja repleta con las copias y recolecciones de lo que eran los demás, formando al fin lo que eras tú. Es casi como cocinar, los ingredientes base equivalen a lo heredado por tu padre y por tu madre y luego tú añadías el resto hasta formar la receta que te guste. O... La que gustase a los demás. Porque eso también era clave. La receta, yo misma (mejor hablemos así para no perdernos) era una personalidad creada al gusto de otras personas.

Antes de mi diagnóstico, yo solía ser una colección de otras personas. Una ACTRIZ. Ahora estoy descubriendo quién soy en realidad. Ha sido un viaje, pero lo he logrado. Tina Richardson.

He crecido (y aún lo hago) en una familia con unas normas muy básicas, pero estrictas (y ahora aseguraría también que, sobretodo obtusas) sobre lo que está bien y está mal. De los cero a los dieciséis años, tus obligaciones son únicamente dos: estudiar y hacer caso a tus padres. Afortunadamente lo primero siempre se me dio bien. En mi vida, y no estoy demasiado orgullosa de ello, he estudiado. Nunca. Me bastaba simplemente con ir a clase y escuchar la explicación una sola vez en clase. Pongamos un ejemplo práctico en, por ejemplo, el mundo de las matemáticas. Cuando te enseñan a sumar dos más dos, también te enseñan a sumar tres más uno o cuatro más dos; pero para mí era suficiente con extrapolar la primera lección, el dos más dos, a todo lo demás. La dificultad iba subiendo curso tan curso, pero realmente ya digo, nunca me he puesto delante de un libro a aprenderme una lección de memoria o a ensuciar un papel de mina y goma hasta que por fin salía el resultado del problema. Era sencillo y con mis buenas notas, a mis padres les tenía cubiertos en ese aspecto.

Por otra parte, el hacer caso a mis padres simplemente salía solo. Eran mayores y los mayores tenía la razón, punto, eso no se rebate. Sabías que si decías una palabrota, te podías ganar un cachete o, como mínimo, un enfado de tus familiares, por lo tanto, no lo decías. Aunque no fueras demasiado inteligente, también podías deducir que si tu idea era darle un puñetazo a una tele, una patada al frigorífico o romper tus gafas (esas que antiguamente es cierto, eran realmente caras), te ibas a ganar un castigo y, por tanto, no lo hacías. Y la verdad, tampoco costaba tanto cumplir con estas directrices. Si sumamos a todo esto que tus padres siempre tenían una respuesta a tus dudas existenciales (como por ejemplo por qué llueve, por qué no puedes tener una bici o problemas infantiles de este calibre), tus padres sencillamente eran pseudo dioses.

Pero la vida nunca deja de darte años. Y tampoco problemas. Y cuando atisbé mis primeros problemas que creía serios, no encontré una respuesta por parte de nadie, ni siquiera de mí misma. No entendía por qué era obligatorio hacer amigos, relacionarme y no ser tímida, cuando yo estaba mejor dibujando y no montando un guión de falsa actriz. No entendía por qué había que ir al colegio, si me sentía mal y me aburría. No entendía porque esa necesidad de conservar a unas amigas con las que hacía mucho tiempo que no me sentía identificada y con las que ni siquiera salía. Amigas que compartían amigas cuyas ideas propias quizá de la edad, te animaban a emprender situaciones tan curiosas como robar una pinza del pelo por diversión o fumar porros porque hay que experimentar. Y yo experimenté la negación. El no quiero. Pero no era una moda, ni era una edad, era una personalidad que, 16 años después sigue ahí. De hecho hoy en día aún sigo sin entender muchas cosas que quizá para los demás son de lo más lógicas. Y a pesar de haber dicho no desde un principio a lo que creía que me podía perjudicar, la decisión no fue aceptada por nadie. Esas amigas desaparecieron aún más de lo que ya estaban hasta ese momento y esa misma nube llegó a la vida familiar, desde antes de mi nacimiento, ya desestructurada. A medida que las normas crecían, la ansiedad hacía su equivalencia. Hay que salir, hay que ir al cine, hay que tener novio, hay que hacer una carrera (ya no bastaba estudiar), hay que conducir, hay que charlar, hay que reír... Siempre. Aunque también sea por obligación. Los demás lo hacen. Ante el qué dirán, la respuesta de muchos es la imposición...



Y del shock emocional, pasamos también al físico. Shock anafiláctico, crónica de un susto anunciado. La fresas, los kiwis y los melocotones me provocan urticaria, la sandía y el melón me hinchan la garganta... Yo creo que soy alérgica. De hecho estoy convencida de que soy alérgica.

Lo que te pasa es que quieres llamar la atención y ser igual que tu madre, pero no tienes alergia a nada. A ti no te pasa nada.


Disculpad mi ignorancia, pero hasta aquel momento mi básica mente pensaba que querer ser como otra persona venía a implicar el recolectar cosas buenas. Ya digo, yo también fui siempre una colección de "cosas" y personalidades. Era experta, creo que más o menos sabía elegir.

Casi me muero, pero ese fue uno de los clicks que hizo que por primera vez alguien se diese cuenta de que había dejado de ser una niña y de que quizá esa niña podía empezar a razonar con algo de conocimiento. Por encima de una alergóloga que nunca creyó mi alergia (vamos a decir mejor que no tenía conocimientos suficientes para abarcarla de la forma correcta) mi madre lo vio. Y aunque el apoyo creció, quizá porque por fin un síntoma físico de alguna de las evidencias había aparecido, a partir de ese momento noté que, el auto diagnóstico estaba feo, y no por falta de razón, sino de nuevo por el qué dirán.

La vida seguía y todos seguíamos montados en ella. El cambio de estilo de vida, la música, los amigos de la nueva era (internet) se empezaban a establecer en ella. Y volví a advertir que la mejor versión de ti es la que quieren los demás que seas y que no está bien salirse de las normas establecidas. Todos nos hacemos fotos. Muchas fotos. Fotos diarias. Las colgamos en internet. Por el amor de Dios, TODOS usamos el Messenger. Y digo, todos. Las quedadas, el teléfono...

You bored me, with your stories...


Una breve demostración de lo que sentían los demás hacia mí y muy bien traída al caso. Pero ya hacía mucho tiempo que no trataba de engañar a nadie, eran los demás los que se engañaban suponiendo que yo era la imagen que querían de mí y no la que realmente era.

Tú antes no eras así... (Ahora me recuerda a una versión mainstream del mítico "tú antes molabas"). 


Debo (y además quiero) hacer una mención especial a todas esas personas que en alguna ocasión dedicaron un minuto de su vida para interesarse por la mía. Frases como: "No eres más que una ladilla"; "lo que quieres es vivir del cuento"; "solo eres una vaga"; "no creo que encuentres a nadie que soporte tus neuras"; "deja de vivir de tus padres y ponte a trabajar"; "ya aburres mucho siempre con la misma historia"; "eso todo te lo has provocado tú sola"; "lo único que pasa es que no te esfuerzas por nada" o incluso el mitiquísmo "eso saliendo se te quita", no son apenas nada con lo que podría llegar a escribir aquí. Lo único que os puedo desear desde mi humilde persona es un puntito más de comprensión y uno menos (¡o un par, que la vida son dos días!) a la hora de prejuzgar a alguien. No provocará milagros, pero seguro que así lograréis tener una personalidad algo más equilibrada.


A día de hoy el diagnóstico es un Síndrome de Asperger (S.A., Aspie, la discapacidad o síndrome invisible, TEA (Trastorno del Espectro Autista), autismo de alto funcionamiento, autismo leve, etiqueta...) y depresión, aunque para mí este último, pobre, ha sido totalmente restado de importancia al corroborar el otro primero. Ahora, ¡por fin!, dejé de tratar de entender a la gente, para intentar empezar a entenderme a mí misma. Ahora siento que soy yo quien siente que los demás son los diferentes. Y entiendo muchas cosas. Y muchas otras no. Básicamente porque en realidad nada a cambiado.

Para mis padres (y mi familia) seré la misma que fui siempre. Quien me aceptó como era desde el principio, sólo tendrá de más el nombre de la etiqueta. De quien no me aguantaba antes, no espero ahora un trato de favor, sigo siendo aquella misma persona.

Y para el resto, esto tan sólo es un prólogo sobre quien siempre fui y nunca antes conté.

miércoles, 25 de enero de 2012

¿Por qué las personas con Asperger son “raras”?

Si pincháis en el título, os lleva directamente al link del artículo. Es el mismo que pone al final como fuente. No me extiendo más porque supongo que nadie lo leerá ;)

Traducción y adaptación de un texto de Rudy Simone, escritora diagnosticada con Asperger.

Las personas no autistas ven números y sienten seguridad. Nosotros sentimos amenaza. A menos que seamos náufragos y llevemos flotando en el mar cuatro días sin alimentos, ver a otras personas no nos hace sentir seguros. Cuando hay otras personas a nuestro alrededor, nuestra amígdala cerebral se estimula causando una sobrecarga de adrenalina que provoca una reacción de huida. Como consecuencia, nos sentimos irritables, queremos salir corriendo o bien, si nos han entrenado para no tener estar reacciones, nos sentimos muy incómodos y sufrimos de una incapacidad temporal para hablar. Algunos de nosotros, debido a la adrenalina, intentamos cambiar el modo de ejecución y podemos parecer ingeniosos y encantadores por un período corto de tiempo. Pero estos comportamientos son solo una cortina de humo, las actuaciones cansan y no podemos mantenerlas por mucho tiempo.

Rudy Simon, Autora de varios libros sobre Asperger.
La sobrecarga sensorial es algo con lo que luchamos diariamente y hoy por hoy es parte de los criterios para diagnosticar los trastornos del espectro autista. Para algunas personas con Asperger, un ventilador de techo que gira bajo una luz es lo mismo que estar en un antro con luces estroboscópicas después de tomar varias copas. Incluso cuando vamos por la carretera, la luz del sol que se filtra entre los árboles hace que nos duela la cabeza. Los diferentes estampados y patrones en las alfombras nos provocan mareo y vértigo. Los anuncios fluorescentes de los supermercados hacen que nos queramos poner en posición fetal sobre cualquier mostrador. Las oficinas, almacenes y tiendas a las que tenemos que ir generalmente están llenas de fuentes que proporcionan una sobrecarga sensorial: Desde la iluminación barata hasta una mala selección de música pop. Si nos logramos controlar y no tenemos una crisis, es un hecho que no vamos a estar relajados o alegres en estos entornos.

No somos buenos para reconocer caras y nuestra memoria es fragmentada. Algunas personas autistas pueden recrear cualquier cosa después de verla una vez. A menudo recuerdo una serie de sonidos, sensaciones e imágenes como si fuera una videograbadora, pero se me puede hacer muy complicado recordar las caras de las personas que se parecen. A veces caminando en los pasillos veo a personas que se me hacen vagamente familiares, me quedo pensando ¿dónde lo he visto antes?, mientras la otra persona está pensando “¿Qué le pasa, porqué no saluda?”. Para cuando me doy cuenta de quién es la persona y volteo, ya es demasiado tarde y se encuentra muy lejos como para decir “hola”. Se que parece raro, pero soy capaz de recordar todo un párrafo de un libro y puedo decir los presidentes del país en orden; pero soy incapaz de recordar en dónde estábamos ayer a esta hora.

Siendo sinceros, no nos importan las pláticas “por compromiso” y todo nuestro mundo gira alrededor de lo que nos gusta. Si no estamos interesados en quién ganó American Idol, el sonido de esos debates es como “bla bla bla” de la maestra de Charlie Brown o el cacareo de las gallinas. Puedo pensar que eres aburrido porque no compartes mis pasiones e incluso puedo hablar una y otra vez sin parar sobre la genialidad de mi compositor favorito, sin notar el cansancio en tus ojos, tu postura de aburrimiento ni lo que pasa con la gente a mi alrededor mientras te platico. A veces tenemos una racha de “autoabsorción” que puede ser muy cansado, necesitamos aprender a controlar este factor de la personalidad.

Nuestra comprensión de las normas sociales es básica. Probablemente puedo ir por mi misma a las pastelería y encontrar el camino de regreso a casa pasando por la oficina de correos, pero no puedo platicar con profundidad sobre un tema o entender las connotaciones culturales del lenguaje.

Marchamos a nuestro propio ritmo y marchamos de forma peculiar. No nos limitamos a tomar el camino menos transitado, creamos uno nuevo. Sin embargo, debido a que tenemos dispraxia y/o disfunción propioceptiva, podemos no hacerlo agraciadamente. La dispraxia es un déficit en la planificación motora. La propiocepción es saber dónde están tus miembros, con respecto al otro. Quizá no sea necesario un corcho en el extremo de nuestro tenedor para evitar sacarnos el ojos, pero puedo tropezarme en las escaleras eléctricas o golpearme en la cara con la pelota de béisbol. Puedo parecer Isadora Duncan cuando bailo solo, pero en un baile de parejas seguro tomaré el camino equivocado.

Tenemos poca conciencia de género. Las mujeres con asperger generalmente no batallan por el peinado o las uñas perfectas como las otras niñas de su edad. Se nos hace una pérdida de tiempo. Quizá con la edad este aspecto se desarrolle un poco más, pero si pudiéramos elegir, continuaríamos sin que nos importasen mucho la feminidad y las modas. Probablemente nos sumerjamos en nuestros propios intereses y olvidemos cepillarnos el cabello, usemos ropa que no combina de forma que nos veamos despeinados y desaliñados.

Nos tomamos las cosas de forma literal, una broma de “toc, toc” es probable que nos haga correr a ver quién está tocando la puerta.

Por último, pero no menos importante, la ansiedad es nuestra emoción predominante. Añade a eso el estrés post-traumático de la soledad, la confusión y el acoso que sufrimos… una pequeña palmada en la espalda puede hacernos saltar fuera de nuestra propia piel. Es por esto que parecemos preocupados y controlados todo el tiempo. Este exceso de control somos nosotros, tratando de mantener el orden en el caos, tratando de sentirnos más seguros en este mundo loco. Muchas personas con Asperger toman fármacos contra la ansiedad, pero aún no hay ningún medicamento para hacernos “normales”. Y no, no podemos simplemente “superarlo” y no podemos simplemente “ser normales”. El cerebro es un órgano flexible y podemos aprender, pero siempre, siempre, tendremos Asperger. Lo digo en voz alta y lo digo orgullosa.


Fuente: http://www.beatpsicologia.com/blog/76/personas-con-asperger/

sábado, 27 de agosto de 2011

¿Tienes miedo?

He querido escribir esto justo antes de publicar los vídeos y no de otra forma, porque sé que muy poca gente verá el primer vídeo que voy a publicar. Dentro de la poca gente que puede que lo haga, dudo que alguna llegue a ver el segundo completo y si alguien es capaz de darle al play en el tercero, nunca llegará al noveno.

En mi opinión personal y por supuesto subjetiva, hay dos tipos de transtornos psicológicos, síndromes o fobias: las que son comprendidas y las que no.

Siempre quise estudiar psicología y especializarme en fobias, transtornos y síndromes, pero nunca lo haré porque tengo miedo de tenerle miedo al miedo y no seré capaz de ir a clases. Nunca he entendido esa poca comprensión de la gente -allegada o no, da igual- hacia los enfermos y eso que me tenía a mí misma por una persona comprensiva. Será que a veces nos equivocamos... Entiendo que una fobia sea denominada como "irracional" cuando no hay razón -aparente, que siempre la hay aunque a veces esté escondida- para tener determinados miedos. Pero que sea irracional, no implica que las demás personas no tengan que intentar entenderla, sino más bien todo lo contrario.

Cualquier persona puede comprender a una persona que tiene depresión. Incluso sin saber a qué se debe, pero a todos nos pasan cosas malas -a algunos más que otros-. La depresión puede ser provocada por la muerte de una persona querida, el fin del amor de pareja, las discusiones fuertes y duraderas con la gente a quien aprecias, la pérdida de un trabajo, una enfermedad, etc.

Uno de cada seis niños estadounidenses sufre de autismo. Todo el mundo comprende a una persona con autismo y evidentemente sabe que no es autista porque esa persona lo desee. No lo hace porque quiere al igual que no lo hace un Asperger.

Incluso en fobias aparentemente tontas como lo son la aracnofobia (miedo a las arañas) o la ofidiofobia (miedo a las serpientes) -aparentemente porque prácticamente el 100% de las arañas que te encuentres a lo largo de tu vida son inofensivas y porque culebras veremos pocas en nuestro día a día- son bastante comprendidas e incluso compartidas por un gran porcetaje de la población.

El resumen es: "Ya que 'tú eliges' debes dar con la fobia adecuada".

Si eres fóbico social, agorafóbico -transtorno del que tratan los vídeos, por si llegáis a ellos-, sufres de T.O.C. (transtorno obsesivo compulsivo), T.P.E. (transtorno por evitación) o similares, siempre será porque quieres. Y todo esto a pesar de que fobias como la agorafóbia o la fobia social estén entre las diez fobias más comunes.

Y digo yo... ¿Una persona agorafóbica lo es porque quiera? No lo preguntéis. Yo cometí el error de hacerlo y la respuesta en 9 de cada 10 casos fue que sí. El décimo no se había enterado de la pregunta...

Os pondré en situación.

Los expertos han determinado que un 5% de la población mundial sufre algún tipo de fobia. Esto significa que una de cada veinte personas sufre algún tipo de fobia siendo más frecuentes en la mujeres.

Hasta un 22% de la población (atención al dato) sufre, ha sufrido o sufrirá algún tipo de ansiedad o depresión en algún momento de su vida.

Un 15% de la población (el porcentaje también es importante) sufre alguna variedad de agorafobia (miedo a los ataques de pánico sufridos en un lugar del que no se pueda huir y no exactamente el miedo a salir de casa como se tiene entendido comúnmente como agorafobia).

Los estudios demuestran que alrededor de un 13% de la población mundial sufre fobia social (miedo a estar con gente y a determinados comportamientos en público) en algún momento de su vida. En un año, al menos 5.3 millones de personas en los Estados Unidos tienen fobia social. Aproximadamente el 3% de la población norteamericana sufre este transtorno.

En México, un 16% de la población sufre hipocondría (miedo a caer enfermo), porcentaje que en la población mundial desciende a un 9%.

Entre un dos y un cuatro por ciento de la población padece T.O.C.

Un 1% tiene el síndrome de Guilles Tourette (ticks crónicos múltiples).

Erotofobia (temor al sexo), acrofobia (temor a las alturas), algofobia (al dolor), amaxofobia (a conducir un vehículo), atratofobia/brontofobia (temor a las tormentas), autofobia (a estar solo), catagelofobia (a hacer el ridículo), dentofobia (a los dentistas), homofobia (a los homosexuales), euretrofobia (a ponerse rojo), fonofobia (a los ruidos fuertes), genofobia (al acto sexual), glossofobia (a hablar en público), hemofobia (a la sangre)...

Aquí tenéis una lista de las 10 fobias más comunes.
Fuente: http://www.fobias.net/fobias-comunes.php

Aracnofobia: Se trata del miedo a las arañas. Se calcula que la mitad de las mujeres y el 10% de los hombres padecen esta fobia en algún grado. Las reacciones de estas personas resultan exageradas para los demás, e incluso para los mismos afectados. Éstos procuran mantenerse apartados de los sitios en donde pueden encontrarse arañas, o donde han visto telas de araña. En los casos más serios, el pánico puede ser detonado incluso al ver una fotografía.

Sociofobia: Se trata de un persistente e intenso miedo a ser juzgado negativamente en situaciones sociales. Es una fobia de las más comunes entre adolescentes y jóvenes, se calcula que cerca de un 4% de las personas entre 18 y 55 años la padecen. A diferencia de lo que sucede en la mayoría de las fobias, esta fobia social es igualmente común en hombres y mujeres.

Aerofobia: Se trata del tan común miedo a viajar en avión (de hecho, se calcula que sólo el 5% de los pasajeros abordan el avión sin temores de ningún tipo). Sin embargo, las personas que padecen de esta fobia no experimentan sólo una ligera inquietud en el momento del aterrizaje y del despegue, sino que en ocasiones las fobias les impiden planear siquiera un viaje de este tipo, o les ocasionan trastornos de ansiedad ante la perspectiva de un futuro viaje, incluso meses antes de llevarlo a cabo.

Agorafobia: Se trata del miedo a los espacios abiertos, y es un trastorno más común entre las mujeres que entre los hombres. El agorafóbico teme todo aquel lugar donde no se sienta “seguro” o no pueda “recibir ayuda”. El que presenta este tipo de trastorno suele refugiarse en su hogar y rara vez sale, ya que en esas ocasiones experimenta una gran ansiedad. Es la fobia que motiva más a menudo consultas a especialistas.

Claustrofobia: Al contrario que la agorafobia, este trastorno implica el temor a quedar confinado a espacios cerrados. Se estima que entre un 2 y un 5% de la población padece esta fobia. Estas personas suelen evitar los ascensores, el metro, los túneles, las habitaciones pequeñas, hasta las puertas giratorias les pueden presentar dificultades, así como también el uso de equipos para técnicas de diagnóstico médico como el TAC.

Acrofobia: Se trata del miedo a las alturas, no simple vértigo sino un temor que ocasiona ansiedad a quienes lo padecen. La fobia suele manifestarse en situaciones tales como las de asomarse a un balcón, estar en un mirador elevado o junto a un precipicio. Al igual que sucede en otras fobias, aquellos individuos que la sufren buscarán evitar la situación temida.

Emetofobia: Se trata de la fobia al vómito o a vomitar. Hay personas que sienten más que una simple aversión hacia el acto de vomitar, y que incluso cambian sus hábitos alimenticios y sociales en consecuencia (por ejemplo, evitar ir a comer a restaurantes por temor a que la comida que le sirvan allí le siente mal al estómago). Si bien sólo en casos extremos se considera fobia, se calcula que el 6% de la población siente temor de vomitar.

Carcinofobia: Se trata del miedo a contraer cáncer. Es uno de los temores más comunes desde el momento en que la mayoría de los adultos siente aprensión ante la posibilidad de manifestar esta enfermedad. Sin embargo, en el caso de los fóbicos, se trata de un miedo muy antinatural, ya que demostrarán temerle a cualquier síntoma físico negativo, asociándolos todos a síntomas de la enfermedad.

Brontofobia: Son comunes las fobias que involucran elementos climáticos o determinados fenómenos meteorológicos, y éste es el caso de la brontofobia. Consiste en el miedo extremo ante los rayos y truenos de las tormentas. Alguien con esta fobia estará alarmado tanto antes como durante las tormentas, y en casos extremos, padecerán los síntomas de la ansiedad. Incluso puede verse afectada su vida social, ya que su planificación de actividades depende del pronóstico meteorológico, y pueden llegar a faltar al trabajo o modificar sus hábitos debido al clima.

Necrofobia: El miedo a la muerte es algo natural e instintivo en el hombre, posiblemente porque la muerte es lo desconocido. Además, se asocia la muerte con los padecimientos que la preceden, dolor, sufrimiento, etc. Sin embargo, algunas personas padecen de una verdadera fobia a la muerte y a los seres muertos. Quienes padecen de esta condición no pueden explicar con claridad el sentimiento escalofriante que experimentan al estar frente a una momia o a un cadáver.


















viernes, 12 de mayo de 2006

¿Por qué soy tan tímida?

Por fin esa pregunta tiene respuesta. Lo he encontrado en una web (viene más; pero sólo he copiado lo que me llamó más la atención y con lo que me sentí más identificada. Y descubrí que tengo fobia social... Bueno, en realidad, no creo que sea para tanto, si yo ´si no me puesiese roja, apenas sería tímida, sólo lo normal, como todos. Es el rubor de mi cara lo que me hace pertener a los llamados 'tímidos extremos'... Seré rara??? XD

¿Por qué soy tan tímido?

¿Por qué te cuesta tanto acercarte a gente desconocida o probar cosas nuevas? Si titubeas a menudo porque te preocupa lo que puedan pensar los demás o temes que te rechacen, parecer tonto, pasar vergüenza o cometer un error, lo más probable es que la culpa la tenga la timidez.


¿Qué es la timidez?

La timidez es una emoción social que afecta a cómo siente, piensa y se comporta una persona. La timidez hace que nos sintamos incómodos, cohibidos, asustados, nerviosos o inseguros ante los demás. Cuando a una persona le asalta la timidez, se reprime de decir o hacer cosas porque le preocupa cómo podrían reaccionar los demás. La timidez también puede ir acompañada de sensaciones corporales, como ponerse rojo, temblar, tener náuseas o quedarse sin habla o sin respiración.

Hay gente más tímida que otra. Una persona puede ser un poco tímida, medianamente tímida o extremadamente tímida.

Pero a las personas extremadamente tímidas les cuesta mucho vencer esa timidez inicial, lo que les lleva a evitar muchas situaciones sociales, tener graves dificultades para hacer nuevas amistades o evitar probar cosas nuevas. A la larga, esto puede interferir con su confianza en sí mismas y su autoestima.


¿Qué provoca la timidez?

Temperamento. Hay gente tímida por naturaleza, del mismo modo que hay gente que es malhumorada, impulsiva, alegre, nerviosa o tranquila. Los científicos creen que el temperamento está determinado por los genes que heredamos de nuestros sus padres. Es posible que sea más sensible a las emociones - no sólo las suyas, sino también las de los demás. Debido a su sensibilidad emocional, las personas que tienen este temperamento suelen ser amables y preocuparse por los demás.
Conducta aprendida. Si un niño crece en un ambiente donde recibe constantemente reacciones críticas o juicios negativos, se convertirá en un adulto que esperará que los demás lo juzguen mal. Experiencias desagradables. Una persona de temperamento tímido puede volverse todavía más retraída si le fuerzan demasiado a participar en situaciones nuevas y/o que le hacen sentirse incómoda. Si una persona tímida es objeto de burlas, intimidaciones, malos tratos o humillaciones procedentes de otros niños de su edad, sus hermanos y/o adultos, lo más probable es que todavía se retraiga más sobre sí misma.


¿Qué puedes hacer con la timidez?

La buena noticia es que nadie está predestinado a ser tímido. Si eres una persona tímida, la clave para superar tu timidez consiste en rodearte de buenas personas.
La forma en que la gente reacciona ante una persona tímida puede cambiar profundamente las cosas. Cuando uno es tímido, el mero hecho de que alguien lo entienda y lo acepte es sumamente importante.

Consejos que te pueden ayudar:

Aprende y practica habilidades sociales. Las personas tímidas se dan a sí mismas menos oportunidades para practicar conductas sociales. Practica conductas sociales como el contacto ocular, el lenguaje corporal que trasmite seguridad, las sonrisas, presentarte ante un desconocido, hablar sobre nimiedades, formular preguntas y las invitaciones con aquellas personas con quienes te sientes más cómodo.
Planifica las cosas con antelación. Cuando te sientas preparado para probar algo que llevas tiempo evitando - como llamar a alguien por teléfono o iniciar una conversación - anota lo que quieres decir antes de lanzarte. Ensáyalo en voz alta, tal vez delante de un espejo. Y después lánzate. Pero siéntete orgulloso de haberte atrevido. La próxima vez todavía te saldrá mejor porque te resultará más fácil.
Sé tu mejor amigo. La personas tímidas suelen ser bastante críticas. Y ¿con quién son más críticos? Consigo mismos. Acéptate con todas tus imperfecciones.
Compórtate como si no fueras tímido. El "actuar como si" es una técnica que te puede ayudar a adoptar una actitud de mayor seguridad y confianza en ti mismo y permitirte probar comportamientos sociales que no sueles practicar.
Desarrolla la asertividad. Las personas tímidas suelen ser menos asertivas, pero eso no significa que sean unos llorones o unos cobardes. No les gusta "complicar las cosas".
Céntrate en tus puntos fuertes. Pregunta a tu mejor amigo o a los miembros de tu familia cuáles creen que son tus mejores cualidades.
Ya está bien como eres. Podemos aprender comportamientos externos, como "actuar como si" y el lenguaje corporal que transmite seguridad a fin de afrontar mejor determinadas situaciones sociales.


Cuando la timidez es extrema...

En una de cada diez personas, la timidez es tan fuerte como cualquier miedo intenso. Pocas veces se sienten cómodas cuando están con otra gente y pueden sentir una gran ansiedad en prácticamente cualquier situación social. Pero la timidez extrema puede interferir con la capacidad de una persona para hablar en clase. Una persona extremadamente tímida puede pasarse toda la clase sin prestar atención por lo mucho que le preocupa que el profesor pueda preguntarle algo.
Este tipo de timidez extrema se conoce como fobia social. Como otras fobias, la fobia social es una reacción de miedo ante algo que realmente no es peligroso, aunque tanto el cuerpo como la mente reaccionan como si el peligro fuera real. Una persona con fobia social que tiene terror a que un profesor le pregunte en clase puede dejar de ir a clase.
La persona no habla (mutismo) en determinadas situaciones pero sí en otras (selectivo). Pueden mantener conversaciones completamente normales con aquellas personas con quienes se sienten cómodas en determinados lugares. Pero otras situaciones sociales les provocan un malestar tan extremo que se quedan completamente sin habla.
Esa persona podría ir evitando cada vez más situaciones sociales hasta acabar completamente sola y asilada en su casa.
Suprime "el evitar"Habla, sonríe, di algo. No es fácil, pero merece la pena.