"Así emplastaba, así, así; así emplastaba, así, así; así emplastaba, así, así; así emplastaba que yo la vi..."
Como ya medio sabréis, soy muy fan de los arreglos, cambios, lijados, montados, perfeccionados y todo lo que termine en -ado como aceitunilla (un chiste malo de la familia, algún defecto teníamos que tener) y este último mes me ha tocado ponerme manos en la masa (Aguaplast o similares) y hacer unos pequeños arreglillos que necesitaba la casa.
Evidentemente todo lo gordo lo hicieron personas que contratamos, que yo no me las doy de experta ni mucho menos y en cuanto me pongas a sacar cables para la instalación eléctrica, con suerte puedo dejar sin luz a todo el vecindario. Con suerte digo... Aunque bien es cierto que tampoco se iba a notar mucho el cambio de los supuestos electricistas de obra y yo cuando al principio de venirnos a vivir aquí dábamos la luz del salón y se encendía la de la cocina... Como lo leéis. o.O
En fin, una vez hechas todas las instalaciones de agua, luz, gas y todo eso que luego se traduce en facturas que nos hielan la sangre, la casa quedó prácticamente perfecta, pero siempre hay una pequeña cosita que se podría mejorar, algo que no estaba del todo bien colocado o algún agujerillo nuevo que hacer o antiguo que tapar, ¡y ahí llego yo!
Primer problema, ¡la ducha! Resultó que cuando nos duchábamos y dejábamos la alcachofa en el soporte, este apuntaba hacia la pared y tú te mojabas sólo la puntita de la cabeza, lo cual sólo sería cómodo si midieses dos metros y ese agua te fuera más a la zona del pecho; pero entonces no cabrías en la bañera porque te darías con la cabeza en el techo... En fin... Se suponía (y bien es cierto, es así) que nuestro soporte de ducha tenía varias posiciones (tantas como tres), pero ya te podías subir encima de él y dejar caer todo tu peso que eso no había quien lo hiciera moverse. ¿Primera opción? Desatornillarlo e ir a la ferretería ir comprar otro, sencillo. O bueno, no tanto como yo creía... Ningún soporte de ducha es igual, ninguno tiene las mismas medidas y mucho menos iban a coincidir los agujeros de los tacos con los que ya tenías, así que te quedaban de nuevo dos opciones: o agujereabas la pared -de nuevo- o ponías un soporte en el que dejaras al aire los agujeros, lo cual quedaba bastante poco estético... Mi madre y yo optamos por una tercera opción, forzar el soporte con un destornillador, dejarnos los higadillos apretando y rezando porque no se partiera (ya digo que el cambio entonces iba a ser chungo) y así logramos ponerlo en una posición más cómoda para ducharnos. Primer problema resuelto.
Vayamos al segundo... Yo y mi suerte. En la casa hay tres habitaciones, una es la de matrimonio y de las otras dos, una es un poco más grande que la otra. Evidentemente yo me cogí la grande y la otra la dejamos como estudio. De nueve puertas de armario, me tocó a mí la china, cómo no, y una de las puertas correderas del armario no cerraba. Los manitas me dijeron que la única opción que tenía era agujerear la puerta (¡y vuelta la burra al trigo con los agujeros!) y poner unos imanes que harían que la puerta cerrase. Yo no estaba nada convencida, ni por los agujeros ni por tener que tener la puerta especialita y agujereada porque no cerrase. ¡Yo simplemente quería que mi puerta cerrase como las otras puñeteras ocho puertas! Internet me dio la solución al no a los agujeros con un sencillo método que ha hecho que mi puerta deje de estar poseída por los fantasmas y deje de abrirse sola. Y los ingredientes que vamos a necesitar para nuestro pastel son: un destornillador y un poco de maña. El truco, por si a alguien más le pasa, consiste en apretar y aflojar este tornillo (en la imagen) que hay detrás de las puertas cuando son correderas. Quizá se queden algo fuera del riel (las mías por ejemplo se quedan como elevadas, hay un pequeño hueco por debajo de la puerta) pero se cierran y no tiene que estar todo a la vista y cogiendo polvo. Probad a girarlo para un lado o para el otro dependiendo de si queréis aflojarlo porque la puerta esté caída o apretarlo porque la puerta tienda a abrirse como era mi caso.
Luego me puse a montar muebles, tomar medidas, poner lámparas, cuadros, leds, estanterías y toda para la puesta a punto y que hacía que mi casa pareciera sacada de la sección orden en casa del Ikea.
Cuando todo esto estuvo perfecto, me dediqué más a los pequeños detalles que podían quedarse como estaban, pero que seguramente si los terminaba arreglando, dormiría mucho mejor por las noches. Ya iré poniendo fotos de todo, porque aunque sé que nadie me lee, seguramente yo dentro de un par de años relea la entrada y me ría recordando la que liamos con la mudanza y los arreglos, me acuerde de que mi padre el primer día se fue a la otra casa al volver del trabajo o quizá necesite arreglar el armario de nuevo y no recuerde cómo leches lo hice.
Primero me tocaba tapar todos los agujeros que habían quedado de cambiar las luces de sitio. El techo había quedado hecho un colador (nueve agujeros había, ¡nueve!) y los chicos simplemente los medio taparon para que no entrara nada (o saliera) raro, pero me tocó a mí tanto taparlos del todo, como alisarlos. El procedimiento es fácil, echas masilla (Aguaplast, temple, lo que necesites echar), lo dejas lo más liso posible y si necesitas echar otra capa (yo tuve que echar un par, ya digo que había mucho hueco al descubierto) esperas 24 horas de secado y vuelves a echar. Luego lijas y... ¿Se ve el agujero? ;)
Evidentemente todo lo gordo lo hicieron personas que contratamos, que yo no me las doy de experta ni mucho menos y en cuanto me pongas a sacar cables para la instalación eléctrica, con suerte puedo dejar sin luz a todo el vecindario. Con suerte digo... Aunque bien es cierto que tampoco se iba a notar mucho el cambio de los supuestos electricistas de obra y yo cuando al principio de venirnos a vivir aquí dábamos la luz del salón y se encendía la de la cocina... Como lo leéis. o.O
En fin, una vez hechas todas las instalaciones de agua, luz, gas y todo eso que luego se traduce en facturas que nos hielan la sangre, la casa quedó prácticamente perfecta, pero siempre hay una pequeña cosita que se podría mejorar, algo que no estaba del todo bien colocado o algún agujerillo nuevo que hacer o antiguo que tapar, ¡y ahí llego yo!
Primer problema, ¡la ducha! Resultó que cuando nos duchábamos y dejábamos la alcachofa en el soporte, este apuntaba hacia la pared y tú te mojabas sólo la puntita de la cabeza, lo cual sólo sería cómodo si midieses dos metros y ese agua te fuera más a la zona del pecho; pero entonces no cabrías en la bañera porque te darías con la cabeza en el techo... En fin... Se suponía (y bien es cierto, es así) que nuestro soporte de ducha tenía varias posiciones (tantas como tres), pero ya te podías subir encima de él y dejar caer todo tu peso que eso no había quien lo hiciera moverse. ¿Primera opción? Desatornillarlo e ir a la ferretería ir comprar otro, sencillo. O bueno, no tanto como yo creía... Ningún soporte de ducha es igual, ninguno tiene las mismas medidas y mucho menos iban a coincidir los agujeros de los tacos con los que ya tenías, así que te quedaban de nuevo dos opciones: o agujereabas la pared -de nuevo- o ponías un soporte en el que dejaras al aire los agujeros, lo cual quedaba bastante poco estético... Mi madre y yo optamos por una tercera opción, forzar el soporte con un destornillador, dejarnos los higadillos apretando y rezando porque no se partiera (ya digo que el cambio entonces iba a ser chungo) y así logramos ponerlo en una posición más cómoda para ducharnos. Primer problema resuelto.
Vayamos al segundo... Yo y mi suerte. En la casa hay tres habitaciones, una es la de matrimonio y de las otras dos, una es un poco más grande que la otra. Evidentemente yo me cogí la grande y la otra la dejamos como estudio. De nueve puertas de armario, me tocó a mí la china, cómo no, y una de las puertas correderas del armario no cerraba. Los manitas me dijeron que la única opción que tenía era agujerear la puerta (¡y vuelta la burra al trigo con los agujeros!) y poner unos imanes que harían que la puerta cerrase. Yo no estaba nada convencida, ni por los agujeros ni por tener que tener la puerta especialita y agujereada porque no cerrase. ¡Yo simplemente quería que mi puerta cerrase como las otras puñeteras ocho puertas! Internet me dio la solución al no a los agujeros con un sencillo método que ha hecho que mi puerta deje de estar poseída por los fantasmas y deje de abrirse sola. Y los ingredientes que vamos a necesitar para nuestro pastel son: un destornillador y un poco de maña. El truco, por si a alguien más le pasa, consiste en apretar y aflojar este tornillo (en la imagen) que hay detrás de las puertas cuando son correderas. Quizá se queden algo fuera del riel (las mías por ejemplo se quedan como elevadas, hay un pequeño hueco por debajo de la puerta) pero se cierran y no tiene que estar todo a la vista y cogiendo polvo. Probad a girarlo para un lado o para el otro dependiendo de si queréis aflojarlo porque la puerta esté caída o apretarlo porque la puerta tienda a abrirse como era mi caso.
Luego me puse a montar muebles, tomar medidas, poner lámparas, cuadros, leds, estanterías y toda para la puesta a punto y que hacía que mi casa pareciera sacada de la sección orden en casa del Ikea.
Cuando todo esto estuvo perfecto, me dediqué más a los pequeños detalles que podían quedarse como estaban, pero que seguramente si los terminaba arreglando, dormiría mucho mejor por las noches. Ya iré poniendo fotos de todo, porque aunque sé que nadie me lee, seguramente yo dentro de un par de años relea la entrada y me ría recordando la que liamos con la mudanza y los arreglos, me acuerde de que mi padre el primer día se fue a la otra casa al volver del trabajo o quizá necesite arreglar el armario de nuevo y no recuerde cómo leches lo hice.
Primero me tocaba tapar todos los agujeros que habían quedado de cambiar las luces de sitio. El techo había quedado hecho un colador (nueve agujeros había, ¡nueve!) y los chicos simplemente los medio taparon para que no entrara nada (o saliera) raro, pero me tocó a mí tanto taparlos del todo, como alisarlos. El procedimiento es fácil, echas masilla (Aguaplast, temple, lo que necesites echar), lo dejas lo más liso posible y si necesitas echar otra capa (yo tuve que echar un par, ya digo que había mucho hueco al descubierto) esperas 24 horas de secado y vuelves a echar. Luego lijas y... ¿Se ve el agujero? ;)
Segundo problema, ¡muchos agujeros! Vale que tampoco son un horror, pero siempre quedarán mejor estando tapados. El procedimiento es el mismo, pero ahora era un poco más complicado porque las paredes son de gotelé (maldito gotelé, no pongáis gotelé en vuestras paredes...). Primero tapamos con masilla y luego un truco para hacer falso gotelé consiste en echar un poco de esa misma masilla, temple o lo que tengáis en la pared en un cepillo de dientes y raspar, más o menos como cuando limpias el cepillo con el dedo después de lavarte los dientes; pero intentando que las gotas de masa queden impregnadas en la pared. No es un gotelé perfecto, pero da bastante el pego, si no mirad la primera foto con el agujero y la tercera en la que se ve el detalle del gotelé. Si no te fijas, ni lo notas.
Tercer arreglo... No tengo ni idea de por qué había ese pegote al lado de la caja de los plomos, pero ahí estaba. Lo primero que hice fue echar el falso gotelé este del que os hablaba antes (se ve de otro color porque estaba húmedo aún), pero luego vi que había también un agujero pequeño, así que eché masilla para taparlo y eché otro poquito más de gotelé encima de la masilla. No sé si se apreciará en la segunda foto el agujerito, en la tercera lo tapo y en la cuarta se ve al detalle que ya no hay ni plastón, ni agujero. Todos fuera, muertos, MUAJAJAAJA.
Y bueno, por último y ya como extra, me fijé en que en las vigas se podía ver el hierro de debajo porque el gotelé estaba algo raspado. Supongo que de pasar de un lado para otro en la obra, terminaron raspándolo y dejando la viga original al descubierto (o eso o que estaba muy gordos e iban atropellando, ya no sabría decir) y me apetecía taparlo, aunque estaba el problema de que, como veréis, la pared está pintada de un color amarillento y la masilla que yo tenía era blanca. Aún así me gustaba más el efecto blanquecino pero arreglado, que el efecto negruzco de la viga y me decidí a taparlo. Al ser una pared de gotelé, basta con dar unos toquecitos con el dedo a modo de manchitas y lo único que se nota es el cambio de color. Con el tiempo supongo que habrá que pintar, así que tampoco se notará mucho. Así al natural a decir verdad si no te fijas, tampoco se nota demasiado.
Pues yo tengo unas cosas que arreglar aquí en casa que...
ResponderEliminarMándame el billete de avión con el TI (lo que sería el desplazamiento, vamos) y el precio que me vas a abonar y voy. xDD
ResponderEliminarPues si pudiera compartirte una habitación me lo pensaba, que en estas fechas no deben estar muy caros los billetes...
ResponderEliminar¡Regálame un piso y déjate de tonterías! xD
ResponderEliminarOjalá tuviera posibilidades de ir regalando pisos por ahí xD
ResponderEliminarNo sé yo si nos iría bien así a algunos tampoco.
ResponderEliminarBueno, si vas regalando pisos por ahí a todo el mundo bien no te va a ir, que la gente es muy poco agradecida y luego si te he visto no me acuerdo y tú sin dinero, sin pisos y sin ná. Pero a quien se lo merezca y se gane ese piso si.
ResponderEliminar¿Y si das con una buena persona y es la solución de tu vida? Porque aún existen buenas personas, ¿verdad que sí? o.O
ResponderEliminarCreo que si. Pero no lo digas muy alto por si las espantas o algo...
ResponderEliminarNo te preocupes, esas personas están todas escondidas.
ResponderEliminar¿A buen recaudo, a salvo de los malos?
ResponderEliminarTengo entendido. Por eso es tan complicado verlas. o.O
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