Y es que aquel 14 de Marzo de 2020 que ahora parece más lejano de lo que realmente es, la vida se nos paró. Y por primera vez y sin que sirva de precedente, puedo hablar de la vida y no de mi vida en concreto, porque la vida no sólo se paró en mi pueblo, mi comunidad, mi país o mi continente, sino el mundo entero. Con vuestro permiso, y de nuevo sin que sirva de precedente, me pongo esta vez como centro de importancia y siento que el mundo se unió a mí para que no tuviera yo que ser siempre la que se une al ritmo al que gira el mundo.
Por primera vez no soy yo sola la que pasa horas interminables en casa. Algunos semejantes pensaron que esto haría que la gente nos comprendiera y que viese que estar en casa tampoco es siempre agradable, sencillo o diría que incluso bueno; pero esto duró poco, porque desde el principio vimos que para algunos estar en casa era impensable. Hay gente que se saltó las normas desde el primer día. Las costumbres cambiaron y de repente eran ellos los que iban a hacer la compra, unos por propia decisión y anteponiendo los riesgos en su propia salud y no en la de su familia y otros... Porque era la única forma de salir y que no se viese como una ilegalidad o una clara falta de respeto hacia los demás. En cuanto nos dieron una mano, cogimos el brazo entero y parte del tronco. Y todo lo demás. Y realmente hay gente que no ha dejado de salir a pesar de todo. De nuevo hemos tenido que ser nosotros quienes nos demos cuenta de que no sólo se nos iba a seguir mirando con ojos extraños, a nosotros y a también a nuestros "comportamientos", sino que el problema iba a continuar estando en el prójimo que no sale de casa (pandemia incluida) y no en el que no pude pasar ni cinco minutos junto a una familia a la que ha elegido.
Tenemos televisión, 400 canales (aunque es cierto que es a cada cual peor). Tenemos subscripciones de pago para ver interminables listas de series y películas que sí son más de nuestro agrado. Tenemos móviles, videoconsolas, ordenadores... Podemos ver a la gente que vive lejos a través de una pantalla y podemos disfrutar de la que tenemos cerca, aunque algun@s todavía no han terminado de descubrir cómo funciona eso. También tenemos música, instrumentos, máquinas de coser, pinturas, puzzles... Tenemos miles de cosas pendientes aparcadas que estaban ahí para cuando tuviéramos tiempo libre. Y además de todo esto, tenemos imaginación.
No voy a ser yo quien diga que este es un viaje sencillo. El día 23 (de este mes de Mayo) hará tres meses que no salgo de casa. Mi cuenta es diferente porque siempre fue diferente desde antes y mi ritmo también es diferente porque yo no he salido a trabajar. Ni a caminar. Ni a comprar ni a tirar la basura. No tengo terraza ni balcón. Y sigo viva. De hecho, y aunque el cambio tan brusco me dejó unos días k.o. tanto por el shock de lo impredecible como por la parada tan repentina de las rutinas, estoy mejor que antes (obviando los daños materiales y centrándonos solo en la necesidad de salir, por supuesto). Ya no tengo a nadie que me fuerce a "hacer cosas". Ya nadie me dice que tendría que salir más. O trabajar. Ya no es necesario socializar. Se olvidaron los horarios y también los shutdown antes y después de cada cita porque no hay ninguna cita. Me puedo permitir "el lujo" de dormir mal y poder descansar mejor al día siguiente porque no hay que prepararse para ningún estímulo.
Y aunque parezca algo personal, he compartido este mismo comportamiento con otra gente de diferentes edades a la que les está pasando algo parecido. He podido ponerme al día con muchas cosas pendientes, diciendo adiós por momentos a la disfunción ejecutiva. He escrito, he estudiado, he terminado cosas que nunca creía que terminaría y tenía pendientes para vete tú a saber si alguna vez. ¡Si hasta he visto películas y he seguido un par de series! De hecho han sido casi cuarenta películas en tres meses, lo que no puedo decir de los 34 años que ya tengo. Porque sí, también pasé mi cumpleaños confinada (y tampoco pasó nada). Y hasta me atrevería a decir que si nos tuvieran que dejar un tiempo más encerrados (que con algunos comportamientos nos lo tenemos más que merecido), podría terminar con mi lista de tareas de los últimos 10 años en tan solo uno, pero creo que la gran mayoría no podría superar algo así, aunque... Quizá así también podríamos empezar a plantearnos cuál es el verdadero problema de la sociedad y quiénes son realmente los que lo tienen.
Por primera vez no soy yo sola la que pasa horas interminables en casa. Algunos semejantes pensaron que esto haría que la gente nos comprendiera y que viese que estar en casa tampoco es siempre agradable, sencillo o diría que incluso bueno; pero esto duró poco, porque desde el principio vimos que para algunos estar en casa era impensable. Hay gente que se saltó las normas desde el primer día. Las costumbres cambiaron y de repente eran ellos los que iban a hacer la compra, unos por propia decisión y anteponiendo los riesgos en su propia salud y no en la de su familia y otros... Porque era la única forma de salir y que no se viese como una ilegalidad o una clara falta de respeto hacia los demás. En cuanto nos dieron una mano, cogimos el brazo entero y parte del tronco. Y todo lo demás. Y realmente hay gente que no ha dejado de salir a pesar de todo. De nuevo hemos tenido que ser nosotros quienes nos demos cuenta de que no sólo se nos iba a seguir mirando con ojos extraños, a nosotros y a también a nuestros "comportamientos", sino que el problema iba a continuar estando en el prójimo que no sale de casa (pandemia incluida) y no en el que no pude pasar ni cinco minutos junto a una familia a la que ha elegido.
Tenemos televisión, 400 canales (aunque es cierto que es a cada cual peor). Tenemos subscripciones de pago para ver interminables listas de series y películas que sí son más de nuestro agrado. Tenemos móviles, videoconsolas, ordenadores... Podemos ver a la gente que vive lejos a través de una pantalla y podemos disfrutar de la que tenemos cerca, aunque algun@s todavía no han terminado de descubrir cómo funciona eso. También tenemos música, instrumentos, máquinas de coser, pinturas, puzzles... Tenemos miles de cosas pendientes aparcadas que estaban ahí para cuando tuviéramos tiempo libre. Y además de todo esto, tenemos imaginación.
No voy a ser yo quien diga que este es un viaje sencillo. El día 23 (de este mes de Mayo) hará tres meses que no salgo de casa. Mi cuenta es diferente porque siempre fue diferente desde antes y mi ritmo también es diferente porque yo no he salido a trabajar. Ni a caminar. Ni a comprar ni a tirar la basura. No tengo terraza ni balcón. Y sigo viva. De hecho, y aunque el cambio tan brusco me dejó unos días k.o. tanto por el shock de lo impredecible como por la parada tan repentina de las rutinas, estoy mejor que antes (obviando los daños materiales y centrándonos solo en la necesidad de salir, por supuesto). Ya no tengo a nadie que me fuerce a "hacer cosas". Ya nadie me dice que tendría que salir más. O trabajar. Ya no es necesario socializar. Se olvidaron los horarios y también los shutdown antes y después de cada cita porque no hay ninguna cita. Me puedo permitir "el lujo" de dormir mal y poder descansar mejor al día siguiente porque no hay que prepararse para ningún estímulo.
Y aunque parezca algo personal, he compartido este mismo comportamiento con otra gente de diferentes edades a la que les está pasando algo parecido. He podido ponerme al día con muchas cosas pendientes, diciendo adiós por momentos a la disfunción ejecutiva. He escrito, he estudiado, he terminado cosas que nunca creía que terminaría y tenía pendientes para vete tú a saber si alguna vez. ¡Si hasta he visto películas y he seguido un par de series! De hecho han sido casi cuarenta películas en tres meses, lo que no puedo decir de los 34 años que ya tengo. Porque sí, también pasé mi cumpleaños confinada (y tampoco pasó nada). Y hasta me atrevería a decir que si nos tuvieran que dejar un tiempo más encerrados (que con algunos comportamientos nos lo tenemos más que merecido), podría terminar con mi lista de tareas de los últimos 10 años en tan solo uno, pero creo que la gran mayoría no podría superar algo así, aunque... Quizá así también podríamos empezar a plantearnos cuál es el verdadero problema de la sociedad y quiénes son realmente los que lo tienen.
¿Todas las de Piper? ¿o esas las vas dosificando? ;)
ResponderEliminar¿Las pelis? Pues... De Piper no he visto ninguna... Las tengo todas, pero no soy de vérmelas muy seguido.
EliminarOjalá volvamos a la normalidad.
ResponderEliminarAunque es algo improbable
Ramón Hdz
Quizá la normalidad no es a lo que necesitemos volver, ¿quién sabe?
EliminarYo no soy de salir mucho, así que no me ha costado demasiado. Un saludo
ResponderEliminarSí, la verdad es que mi situación es muy similar. Si no fuese porque ha muerto un montón de gente hasta buena, porque incluso a su vez se me ha dado la razón de que en esta sociedad fallan demasiadas cosas, aunque los "acusados" solemos ser otros.
EliminarHola!
ResponderEliminarFormo parte de la iniciativa Seamos Seguidores. Te dejo los enlances de mis dos blogs, por si te apetece darte una vuelta por ellos :
Saludos desde http://mariainwonderlandbook.blogspot.com/ y http://mariainmagazine.blogspot.com/
Te he empezado a seguir en ambos. ;)
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