No puedo.
Ale, ya está, ya lo he dicho. No puedo. Y no me ha dolido. Ni siquiera un poquito. Más bien al contrario, ha sido una liberación. No puedo hacer muchas cosas y nome siento me debería sentir mal al decirlo.
Tenemos mucho miedo de admitir que no podemos hacer algo, porque tanto la sociedad como el qué dirán (que en el fondo va asociado a eso, la sociedad) nos tiene muy inculcado en la mente que decir que no puedes es sinónimo de fracaso, de perdedor, lo contrario de lo que está bien visto como sería ser un luchador, de ser un flojo y hasta quizá, un vago. Y yo creo que no es así. Ser capaz de llegar a darte cuenta de que no puedes hacer algo puede ser también síntoma de inteligencia, de conocerte a ti mismo y de ver cuáles son tus características, tus cosas buenas y las no tan buenas y sobre todo, de conocer tus limitaciones.
Tengo la firme convicción de que nos negamos a decir el 'no puedo', pero prácticamente no sabemos por qué. Y muchas veces fracasamos. Pero no fracasamos porque seamos peores (o ya sabéis, más flojos, perdedores, fracasados...) sino simplemente porque es normal hacer cosas mal en la vida. Es normal cometer errores. Cometer errores es de humanos; rectificar y reconocerlos, de sabios. Y de hecho creo firmemente en eso, en que reconocer nuestros errores, nuestros fracasos y nuestros 'no puedo', nos hace un poco más sabios.
Hoy en día, cuando tenemos hijos, sobrinos, familiares o amigos, especialmente de edades tempranas; les inculcamos que siempre van a ser lo que quieran en la vida. Les decimos que podrán hacer y ser todo lo que desean con esfuerzo y constancia. ¿Que quieres ser bombero? ¡Bien! ¡Podrás lograrlo! ¿Químico? ¡Claro! Siempre si estudias mucho. ¿Futbolista famoso, cantante de éxito y profesor de literatura al mismo tiempo? Por supuesto... Y les metimos. Les mentimos porque aunque sí es verdad que a muchos les hace ser más fuertes, tener un espíritu más competitivo y les puede alejar esa tentación de rendirse; muchos otros descubren con el tiempo que no pueden lograrlo todo. Incluso aunque se esfuercen, aunque pongan todas las ganas que tengan, toda su energía e incluso todo su dinero. Hay metas, o quizá llamémosles sueños, que no se pueden lograr. ¿Conocéis un poco, aunque sea de refilón, la cultura asiática? A decir verdad, tiene muchas cosas dignas de admiración, desde el respeto a los demás, hasta la delincuencia, pasando incluso por la alimentación. Pero también hay cosas en las que a mi parecer, fallan. En la educación escolar se les presiona desde que son muy pequeños para que sean competitivos, para que sean los mejores, porque el que no compite desde la infancia, no se asegura el éxito. Crecen creyendo que esto es así, pasan su vida compitiendo, peleando por ser los mejores. Y como bien decía mi bisabuelo, siempre existirá alguien que te gane y te supere. En cualquier aspecto de la vida, siempre lo habrá. Por esta competitividad, esta presión, esta intensidad tan cansina y por el reconocimiento más tarde de ver que realmente no son los mejores, algunos asiáticos pueden llegar a sentirse inferiores, deprimirse e incluso caer en problemas más graves como son los conocidos hikikomori. Ellos sienten que el nivel y la exigencia son tan altos, que no se ven capaces de hacerse un lugar en esa sociedad y prefieren encerrarse en una cárcel voluntaria como sería su propia habitación, para no tener que rendir cuentas a los que esperan algo más de ellos como la sociedad y su propia familia. Como afirmaba antes, cada persona con las mismas circunstancias exactas puede reaccionar de maneras totalmente diferentes. Igual que a un futbolista le puede hacer más fuerte que le insulten cuando está en el campo, otro puede irse muy mal a su casa si le sucede lo mismo.
Pero con todo esto no quiero que me entendáis mal. Creo que está muy bien hacer soñar a los niños -y a los que no somos tan niños- con alcanzar sus metas, o en su defecto, con rozarlas con la punta de los dedos. Pero igualmente opino que deberíamos contarles que existen unas determinadas circunstancias en las que todo suele basarse, que existe tanto la buena como la jodida mala suerte y que todos y repito, todos, tenemos limitaciones. Cristiano Ronaldo y Messi son dos de los mejores futbolistas del mundo. Pero ni siquiera a ellos se les puede asegurar, por ejemplo, que van a jugar al más alto nivel y en los equipos más top hasta los 55 años. Esto es así, es una limitación y si hasta ellos, los dos mejores jugadores del fútbol actual tienen limitaciones e incluso tienen limitaciones en su terrero, el futbolístico, ¿cómo no las vamos a tener los simples mortales?
Aún con todo, si aún veis algo restrictivo el empezar a poner límites (aunque en realidad no los ponéis ni vosotros ni yo, sino las circunstancias y otra serie de extras) a la gente desde que son niños, os diré que el problema no es hablar con realismo de las limitaciones, sino rendirse. Si no hay un 100% de posibilidades de que yo no sea el día de mañana una afamada cantante de la talla de Celine Dion o Christina Aguilera (me podría poner aquí a nombrar grandes voces del estilo y no acabaría nunca), poco le falta; pero si mi sueño es ser cantante no me debería rendir nunca. Estaría bien apuntarse a clases, educar mi oído, esforzarme, quizá también comprar un instrumento musical que me ayude con el tema, un libro que lo explique, un cd para obtener aún más práctica y... Probablemente nunca llegue a la suela del zapato a este tipo de grandes voces, pero pueda ser cantante. Es probable que no haya conseguido mi sueño de manera íntegra (conste que con este ejemplo hablo de forma figurada que nos conocemos...). Puedo ser una cantante de buen nivel, puedo ser una cantante normal pero que exprese mucho con la música o puede ser que simplemente deje de cantar como una chirla para simplemente entonar, pero estaré mucho más cerca del sueño que si simplemente no lo hubiese intentado.
Creo que la moraleja del cuento está bastante clara, no es malo decir que no puedes hacer algo, lo malo es rendirte.
Ale, ya está, ya lo he dicho. No puedo. Y no me ha dolido. Ni siquiera un poquito. Más bien al contrario, ha sido una liberación. No puedo hacer muchas cosas y no
Tenemos mucho miedo de admitir que no podemos hacer algo, porque tanto la sociedad como el qué dirán (que en el fondo va asociado a eso, la sociedad) nos tiene muy inculcado en la mente que decir que no puedes es sinónimo de fracaso, de perdedor, lo contrario de lo que está bien visto como sería ser un luchador, de ser un flojo y hasta quizá, un vago. Y yo creo que no es así. Ser capaz de llegar a darte cuenta de que no puedes hacer algo puede ser también síntoma de inteligencia, de conocerte a ti mismo y de ver cuáles son tus características, tus cosas buenas y las no tan buenas y sobre todo, de conocer tus limitaciones.
Tengo la firme convicción de que nos negamos a decir el 'no puedo', pero prácticamente no sabemos por qué. Y muchas veces fracasamos. Pero no fracasamos porque seamos peores (o ya sabéis, más flojos, perdedores, fracasados...) sino simplemente porque es normal hacer cosas mal en la vida. Es normal cometer errores. Cometer errores es de humanos; rectificar y reconocerlos, de sabios. Y de hecho creo firmemente en eso, en que reconocer nuestros errores, nuestros fracasos y nuestros 'no puedo', nos hace un poco más sabios.
Hoy en día, cuando tenemos hijos, sobrinos, familiares o amigos, especialmente de edades tempranas; les inculcamos que siempre van a ser lo que quieran en la vida. Les decimos que podrán hacer y ser todo lo que desean con esfuerzo y constancia. ¿Que quieres ser bombero? ¡Bien! ¡Podrás lograrlo! ¿Químico? ¡Claro! Siempre si estudias mucho. ¿Futbolista famoso, cantante de éxito y profesor de literatura al mismo tiempo? Por supuesto... Y les metimos. Les mentimos porque aunque sí es verdad que a muchos les hace ser más fuertes, tener un espíritu más competitivo y les puede alejar esa tentación de rendirse; muchos otros descubren con el tiempo que no pueden lograrlo todo. Incluso aunque se esfuercen, aunque pongan todas las ganas que tengan, toda su energía e incluso todo su dinero. Hay metas, o quizá llamémosles sueños, que no se pueden lograr. ¿Conocéis un poco, aunque sea de refilón, la cultura asiática? A decir verdad, tiene muchas cosas dignas de admiración, desde el respeto a los demás, hasta la delincuencia, pasando incluso por la alimentación. Pero también hay cosas en las que a mi parecer, fallan. En la educación escolar se les presiona desde que son muy pequeños para que sean competitivos, para que sean los mejores, porque el que no compite desde la infancia, no se asegura el éxito. Crecen creyendo que esto es así, pasan su vida compitiendo, peleando por ser los mejores. Y como bien decía mi bisabuelo, siempre existirá alguien que te gane y te supere. En cualquier aspecto de la vida, siempre lo habrá. Por esta competitividad, esta presión, esta intensidad tan cansina y por el reconocimiento más tarde de ver que realmente no son los mejores, algunos asiáticos pueden llegar a sentirse inferiores, deprimirse e incluso caer en problemas más graves como son los conocidos hikikomori. Ellos sienten que el nivel y la exigencia son tan altos, que no se ven capaces de hacerse un lugar en esa sociedad y prefieren encerrarse en una cárcel voluntaria como sería su propia habitación, para no tener que rendir cuentas a los que esperan algo más de ellos como la sociedad y su propia familia. Como afirmaba antes, cada persona con las mismas circunstancias exactas puede reaccionar de maneras totalmente diferentes. Igual que a un futbolista le puede hacer más fuerte que le insulten cuando está en el campo, otro puede irse muy mal a su casa si le sucede lo mismo.
Pero con todo esto no quiero que me entendáis mal. Creo que está muy bien hacer soñar a los niños -y a los que no somos tan niños- con alcanzar sus metas, o en su defecto, con rozarlas con la punta de los dedos. Pero igualmente opino que deberíamos contarles que existen unas determinadas circunstancias en las que todo suele basarse, que existe tanto la buena como la jodida mala suerte y que todos y repito, todos, tenemos limitaciones. Cristiano Ronaldo y Messi son dos de los mejores futbolistas del mundo. Pero ni siquiera a ellos se les puede asegurar, por ejemplo, que van a jugar al más alto nivel y en los equipos más top hasta los 55 años. Esto es así, es una limitación y si hasta ellos, los dos mejores jugadores del fútbol actual tienen limitaciones e incluso tienen limitaciones en su terrero, el futbolístico, ¿cómo no las vamos a tener los simples mortales?
Aún con todo, si aún veis algo restrictivo el empezar a poner límites (aunque en realidad no los ponéis ni vosotros ni yo, sino las circunstancias y otra serie de extras) a la gente desde que son niños, os diré que el problema no es hablar con realismo de las limitaciones, sino rendirse. Si no hay un 100% de posibilidades de que yo no sea el día de mañana una afamada cantante de la talla de Celine Dion o Christina Aguilera (me podría poner aquí a nombrar grandes voces del estilo y no acabaría nunca), poco le falta; pero si mi sueño es ser cantante no me debería rendir nunca. Estaría bien apuntarse a clases, educar mi oído, esforzarme, quizá también comprar un instrumento musical que me ayude con el tema, un libro que lo explique, un cd para obtener aún más práctica y... Probablemente nunca llegue a la suela del zapato a este tipo de grandes voces, pero pueda ser cantante. Es probable que no haya conseguido mi sueño de manera íntegra (conste que con este ejemplo hablo de forma figurada que nos conocemos...). Puedo ser una cantante de buen nivel, puedo ser una cantante normal pero que exprese mucho con la música o puede ser que simplemente deje de cantar como una chirla para simplemente entonar, pero estaré mucho más cerca del sueño que si simplemente no lo hubiese intentado.
Creo que la moraleja del cuento está bastante clara, no es malo decir que no puedes hacer algo, lo malo es rendirte.
Es que la mejor forma de saber las limitaciones que tenemos es meternos de lleno en algo. Estudiar mucho y especializarnos en algo es lo que nos permite ver todo lo que abarca ese algo y los sitios donde nadie ha podido llegar. Igualmente cada escalón que subimos de una escalera nos permite ver más allá nos acerca al conocimiento o a la experiencia que buscamos, pero nos aleja de los sitios a donde se pueda llegar desde otras escaleras. Y nos hace conscientes de que no podemos abarcarlo todo, que debemos elegir y del esfuerzo que supone subir cada escalón.
ResponderEliminarLo malo más que rendirse (porque a veces hay que claudicar y dedicar esfuerzos a otras cosas) creo que es no aprender del camino que elegimos o de los fracasos que cometemos.
Claro, pero cuando eres un niño no puedes abarcarte en un tema o descubrir tus limitaciones, por eso siempre es bienvenido que un adulto nos muestre cómo es la vida y cómo afrontarla siempre teniendo en cuenta que con quien está hablando es con un niño y no con un adulto.
ResponderEliminarBueno, puedes no conseguir tu sueño y no rendirte por conseguir algo parecido o quizá porque al ver que no llegabas, has decidido ponerte una nueva meta. :)
Precisamente un adulto puede no saber cuán largo o duro puede ser un camino, pero si puede saber (o averiguar, o facilitar las cosas para que lo haga el niño) dónde comienza y qué debe llevarse en la mochila para poder transitarlo.
ResponderEliminarLo que yo decía, puede mostrarle el camino por donde va a caminar para que sepa qué botas ponerse.
ResponderEliminar¡Ese par de filósofos buenos! xD
(aunque también hay adultos de echarles de comer aparte, que sólo saben llevar por el mal camino)
Eliminar¿Me lo dices o me lo cuentas? :P
EliminarNo sé, me daba por ahí que igual no lo sabías :P
EliminarMe suena algo así, como lejano...
Eliminar¿lejano como muy muy lejano? ¿ahí no es a donde iban shreck y burro?
EliminarNo sé, yo es que viajo más bien poco y no paso de la cocina o el saló de mi casa. ¿Está más lejos que esto dices?
EliminarSi, como unas cuantas manzanas más allá. Pero mejor no te acerques mucho a las manzanas, son malas...
Eliminar¿Ves? Si ni así funciona, poco hay que poder hacer...
Eliminar¡Cambiamos manzanas por limones y listo!
EliminarHasta que no quieran ser mis amigos tampoco...
EliminarPues yo si quiero ser tu amigo.
EliminarY yo creyendo que lo eras. ¡Qué engañada me tenías...! :P
Eliminarlos amigos... no te puedes fiar de ninguno xD
EliminarNo le eches la culpa a los demás... :P
EliminarEl amigo... no te puedes fiar de él :P. Y de los otros tampoco, pero esos ya no son cosa mía XD
EliminarHoy en día de nadie te puedes fiar. :P
EliminarQue entrada maravillosa ! Hace mucho que no vengo por aqui!
ResponderEliminarRecuerda mucho un poema muy bonito de Fernando Pessoa si llama Tabacaria ..
Búscalo te enamorará ! Saludos
Hay que intentar no dejar escapar a las musas cuando deciden visitarte por fin. :D
EliminarPD: Me lo apunto sin duda, ¡gracias! ;)
Me ha encantado esta entrada y que razón tienes! No te comento mucho más porque ya lo has dicho todo
ResponderEliminarLas mujeres siempre tenemos razón. :P (Bromita...)
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