Mi madre siempre me ha contado que, cuando empezó a salir con mi padre e iba a comer a casa de su suegra, ella cocinaba platos diferentes y muy ricos en los que además se esmeraba dándoles una perfecta presentación. Por ejemplo, si hacía una ensaladilla rusa, la adornaba con zanahoria cortada en forma de flor o de corazón o si el plato era de cuchara e iba bien con el plato podía echar un poco de perejil para darle un poco de color; etc.
Yo creo que mi abuela debería haber sido cocinera, pero claro; en los años veinte, años en los que nació; eso no se estilaba y terminó siendo lo que eran todas: ama de casa. Es cierto que el haber sido ama de casa le ha dado una buena oportunidad para practicar (y mejorar) en la cocina, si es que esto último le hacía falta, pero claramente no es lo mismo.
Cuando sus nietos ya habíamos nacido y éramos relativamente mayores (la nieta más pequeña tiene dos años y pico menos que yo y la más mayor, dos y pico más), siempre nos ofrecía meriendas diferentes: palomitas, cortezas (todo hecho de forma casera, claro), tortitas con azúcar, bizcocho de limón... Y esto ocurría principalmente todos los Domingos, que era el día oficial en el que la familia paterna se reunía a comer paella. Paella de mi abuela, claro...
Creo que todos, grandes y pequeños, teníamos nuestras comidas favoritas del recetario de mi abuela. Las mías sin duda eran: las croquetas de jamón (¡siempre! No habrá unas como las de mi abuela), las migas (con torreznos, chorizo y boquerones), por supuesto la paella y como postre o para merendar, el bizcocho de limón (el cual por cierto es apto). Mi madre era más fan de los pimientos asados, el calabacín relleno y, sobre todo, las patatas alioli.
Mi prima mayor siempre le pedía las recetas a mi abuela para intentar hacer sus comidas, pero hasta donde tengo entendido, nunca llegó a intentar hacer nada. Yo siempre he sido una miedosa a la que además le metían más miedo aún diciéndole que la cocina era muy peligrosa, que te podías quemar, que te lo podías dejar encendido y liarla y que como fallase el gas... En fin, ni ganas de intentarlo. Hasta que empecé a ser cada vez más alérgica y tuve que eliminar unos cuántos ingredientes de mi dieta. Fue entonces cuando vi en internet la receta más sencilla del mundo (palmeritas de azúcar) y que además era apta. Fue la primera vez que usaba un horno y para mi satisfacción, fue un éxito. A mi tía la encantaron, a mi padre también (y esto no suele ser común), lo mismo pasó con mi madre y yo me volvía loca con ellas. Desgraciadamente la única marca apta que utilizaba para hacerlas ha debido dejar de producir el hojaldre y hace muchísimo tiempo que no las como. Después de probar diferentes recetas siempre con hojaldre, me animé a pedirle la receta del bizcocho de limón a mi abuela porque sabía que era relativamente sencillo de hacer y yo sí lo intenté. Sorprendentemente salió muy parecido tanto en textura como en sabor y no pude ser más feliz en aquellos momentos con el primer bizcocho de mi abuela... ¡Pero mío!
Desde entonces he ido probando a cocinar tanto cosas nuevas como alguna receta de mi abuela, aunque estas ya no me han salido tan ricas como a ella. He de admitir que mis croquetas no están mal teniendo en cuenta la poca experiencia que tengo tanto cocinando como haciendo croquetas en sí, pero... No son como las de mi abuela. Las de mi abuela tienen ese no sé qué que qué sé yo y que las hacen inimitables. Aún así estoy esperando las vacaciones como agua de Mayo para hacer unas cuántas cosas que, cuando trabajo, no tengo tiempo a intentar como son: el mojo verde (¡sí, el canario, gracias a Mr Blogger!), alguna recetilla sencilla de pan y por fin, el bizcocho de limón, que ya va tocando.
Y como ya dije en su día, como homenaje póstumo (porque mi abuela ya tiene una edad y yo en la actualidad no tengo ni el tiempo, ni la suficiente información para hacerlo), dentro de unos cuántos años me gustaría escribir un libro recetarío con las recetas de mi abuela y con algunas mías, siempre como digo, en forma de recordatorio de lo que significó ella para mí y también para sus otros nietos.
El recetario tendría al menos tres partes entre las que tendrían un lugar fijo las recetas del famoso bizcocho de limón, sus migas, las tortitas que nos hacía para merendar, las patatas alioli que tanto le gustan a mi madre, sus mejillones, los pimientos asados, el calabacín relleno, por supuesto las croquetas, la paella, su potaje, las empanadillas (sobre todo la de atún), sus manzanas asadas, también la tarta de manzana, los garbanzos con arroz, el puré de verduras con su toque personal...
Una segunda parte hablaría de las recetas típicas de su lugar de nacimiento, Jaén, aunque más que de la provincia, de su pueblo, Pegalajar. Pondría todas las recetas típicas que ellos hacían y comían cuando eran pequeños.
Y por último, la tercera parte podría ser una sección más actual con las recetas sencillas, aptas y que he hecho yo que me hayan gustado: las trenzas de azúcar, las palmeritas, la cheesecake con una receta original que encontré en internet (¡sabía extrañamente rica!), crepes o panqueques, croissants (sí, hay mucha receta con hojaldre, a veces es casi un básico), las magdalenas (no he probado unas compradas tan ricas como las caseras y eso es porque es una versión de la receta del bizcocho hecho magdalenas), el lagarto (especial para los más peques), las napolitanas, la bomba, el lomo con pan de molde, saladitos, el mármol de fresa y el pan torta. Es a cada cual más sencilla y, como digo, todas aptas, aunque de aquí a escribir realmente el libro (si es que eso pasa), añadiría bastante recetas más siempre y cuando no me salga de esa parte básica y casera -de abuela- que quiero que tengan todas.
La estética del libro estaría basada de nuevo en la sencillez. Al igual que las recetas son todas fáciles de llevar a cabo y con ingredientes que cualquiera puede tener en su cocina o encontrar en cualquier supermercado, me gustaría que cada receta tuviera los ingredientes bien enumerados, la forma de hacerlo todo en un claro paso a paso y una foto (o dibujo) final. Y por pedir... Me gustaría currarme un dibujo bonito de mi abuela para la portada, aunque eso lo veo más complicado. Tengo claro que, lejos de ser un best seller, podría ser un libro interesante para comprar, leer y sobre todo probar.
Algún día...
Yo creo que mi abuela debería haber sido cocinera, pero claro; en los años veinte, años en los que nació; eso no se estilaba y terminó siendo lo que eran todas: ama de casa. Es cierto que el haber sido ama de casa le ha dado una buena oportunidad para practicar (y mejorar) en la cocina, si es que esto último le hacía falta, pero claramente no es lo mismo.
Cuando sus nietos ya habíamos nacido y éramos relativamente mayores (la nieta más pequeña tiene dos años y pico menos que yo y la más mayor, dos y pico más), siempre nos ofrecía meriendas diferentes: palomitas, cortezas (todo hecho de forma casera, claro), tortitas con azúcar, bizcocho de limón... Y esto ocurría principalmente todos los Domingos, que era el día oficial en el que la familia paterna se reunía a comer paella. Paella de mi abuela, claro...
Creo que todos, grandes y pequeños, teníamos nuestras comidas favoritas del recetario de mi abuela. Las mías sin duda eran: las croquetas de jamón (¡siempre! No habrá unas como las de mi abuela), las migas (con torreznos, chorizo y boquerones), por supuesto la paella y como postre o para merendar, el bizcocho de limón (el cual por cierto es apto). Mi madre era más fan de los pimientos asados, el calabacín relleno y, sobre todo, las patatas alioli.
Mi prima mayor siempre le pedía las recetas a mi abuela para intentar hacer sus comidas, pero hasta donde tengo entendido, nunca llegó a intentar hacer nada. Yo siempre he sido una miedosa a la que además le metían más miedo aún diciéndole que la cocina era muy peligrosa, que te podías quemar, que te lo podías dejar encendido y liarla y que como fallase el gas... En fin, ni ganas de intentarlo. Hasta que empecé a ser cada vez más alérgica y tuve que eliminar unos cuántos ingredientes de mi dieta. Fue entonces cuando vi en internet la receta más sencilla del mundo (palmeritas de azúcar) y que además era apta. Fue la primera vez que usaba un horno y para mi satisfacción, fue un éxito. A mi tía la encantaron, a mi padre también (y esto no suele ser común), lo mismo pasó con mi madre y yo me volvía loca con ellas. Desgraciadamente la única marca apta que utilizaba para hacerlas ha debido dejar de producir el hojaldre y hace muchísimo tiempo que no las como. Después de probar diferentes recetas siempre con hojaldre, me animé a pedirle la receta del bizcocho de limón a mi abuela porque sabía que era relativamente sencillo de hacer y yo sí lo intenté. Sorprendentemente salió muy parecido tanto en textura como en sabor y no pude ser más feliz en aquellos momentos con el primer bizcocho de mi abuela... ¡Pero mío!
Desde entonces he ido probando a cocinar tanto cosas nuevas como alguna receta de mi abuela, aunque estas ya no me han salido tan ricas como a ella. He de admitir que mis croquetas no están mal teniendo en cuenta la poca experiencia que tengo tanto cocinando como haciendo croquetas en sí, pero... No son como las de mi abuela. Las de mi abuela tienen ese no sé qué que qué sé yo y que las hacen inimitables. Aún así estoy esperando las vacaciones como agua de Mayo para hacer unas cuántas cosas que, cuando trabajo, no tengo tiempo a intentar como son: el mojo verde (¡sí, el canario, gracias a Mr Blogger!), alguna recetilla sencilla de pan y por fin, el bizcocho de limón, que ya va tocando.
Y como ya dije en su día, como homenaje póstumo (porque mi abuela ya tiene una edad y yo en la actualidad no tengo ni el tiempo, ni la suficiente información para hacerlo), dentro de unos cuántos años me gustaría escribir un libro recetarío con las recetas de mi abuela y con algunas mías, siempre como digo, en forma de recordatorio de lo que significó ella para mí y también para sus otros nietos.
El recetario tendría al menos tres partes entre las que tendrían un lugar fijo las recetas del famoso bizcocho de limón, sus migas, las tortitas que nos hacía para merendar, las patatas alioli que tanto le gustan a mi madre, sus mejillones, los pimientos asados, el calabacín relleno, por supuesto las croquetas, la paella, su potaje, las empanadillas (sobre todo la de atún), sus manzanas asadas, también la tarta de manzana, los garbanzos con arroz, el puré de verduras con su toque personal...
Una segunda parte hablaría de las recetas típicas de su lugar de nacimiento, Jaén, aunque más que de la provincia, de su pueblo, Pegalajar. Pondría todas las recetas típicas que ellos hacían y comían cuando eran pequeños.
Y por último, la tercera parte podría ser una sección más actual con las recetas sencillas, aptas y que he hecho yo que me hayan gustado: las trenzas de azúcar, las palmeritas, la cheesecake con una receta original que encontré en internet (¡sabía extrañamente rica!), crepes o panqueques, croissants (sí, hay mucha receta con hojaldre, a veces es casi un básico), las magdalenas (no he probado unas compradas tan ricas como las caseras y eso es porque es una versión de la receta del bizcocho hecho magdalenas), el lagarto (especial para los más peques), las napolitanas, la bomba, el lomo con pan de molde, saladitos, el mármol de fresa y el pan torta. Es a cada cual más sencilla y, como digo, todas aptas, aunque de aquí a escribir realmente el libro (si es que eso pasa), añadiría bastante recetas más siempre y cuando no me salga de esa parte básica y casera -de abuela- que quiero que tengan todas.
La estética del libro estaría basada de nuevo en la sencillez. Al igual que las recetas son todas fáciles de llevar a cabo y con ingredientes que cualquiera puede tener en su cocina o encontrar en cualquier supermercado, me gustaría que cada receta tuviera los ingredientes bien enumerados, la forma de hacerlo todo en un claro paso a paso y una foto (o dibujo) final. Y por pedir... Me gustaría currarme un dibujo bonito de mi abuela para la portada, aunque eso lo veo más complicado. Tengo claro que, lejos de ser un best seller, podría ser un libro interesante para comprar, leer y sobre todo probar.
Algún día...
Como el libro tendrá éxito, dejaría el resto de recetas que se te ocurran para la segunda parte ;)
ResponderEliminarPues... Diría que no tengo tantas como para pasar de un libro bastante pequeñito y modesto, así que... Si alguna vez tengo tiempo de cocinar algo, todo se andará. o.O
ResponderEliminarBah, en los de los famosos de la tele los engordan a base de fotos y paja...
ResponderEliminar¿Como hablar del tiempo? Eso se me da muy bien... Y si encima me pones un ascensor ya, ¡lo clavo! xD
ResponderEliminarPues hable usted del tiempo. Y un par de chistes, que siempre queda bien.
ResponderEliminarEs que siempre me acuerdo de los chistes malos...
ResponderEliminar¿Y qué tienen de malo los chistes malos?
ResponderEliminarNo sé, yo me río con muchos de ellos. :P
ResponderEliminarEntonces no son malos, son buenos :D
ResponderEliminarDigamos que son buenos para mí y la gente como yo. o.O
ResponderEliminar¿Entonces si te gustan los malos es que tú eres mala?
ResponderEliminarYo soy mala, lo tengo clarísimo...
ResponderEliminar¿por eso estás todo el día rodeada de maldades y la gente te hace la puñeta?
ResponderEliminarA los malos no nos hacen la puñeta, a los malos nos sale todo bien...
ResponderEliminarNo sé no sé, mira a Gru, tuvo que pasarse a los buenos porque le salía todo mal...
ResponderEliminarPero el final siempre es feliz... Y con unicornios blanditos que huelen a chuches.
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