Un bocadillo de Nocilla. Perdón, un bocadillo de crema de cacao, que no Nocilla y tampoco Nutella. Ese bocadillo de crema de cacao es lo que ha desatado esta entrada. Y es que me ha llevado a pensar lo feliz que soy y lo felices que somos o podemos llegar a ser todos con las pequeñas cosas de la vida que normalmente suceden en nuestro día a día.
Yo soy una persona negativa por naturaleza. Bueno... Por naturaleza y porque en ocasiones tengo también toda la mala suerte del mundo, pero dejémoslo en que está presente en mi naturaleza. Eso, en cierta manera, hace que me cueste más ver las pequeñas cosas que me hacen feliz en el día a día, pero no impide que de vez en cuando las atisbe.
Hoy me estoy comiendo un bocadillo de crema de cacao después de unos quince años (quizá más) sin haberla probado. El otro día pude comer chocolate en tableta después de más o menos los mismos años sin haber podido hacerlo. Y es cierto, cada vez que me quiero dar uno de esos caprichos, me tengo que dejar el sueldo del mes casi de manera literal (soy una persona alérgica, lo cual hace que el precio de estos productos se encarezca y lo cual también intensifica que me dé cuenta de lo bajo que es mi salario), pero merece la pena. No hay mal que por bien no venga que dicen.
Incluso hay pequeños momentos que nos provocan cierta felicidad y que competimos muchos en gran medida. Seguro que como yo, habéis escuchado a gente decir que le encanta escuchar llover cuando están calentamos en la cama. O que disfrutan de una buena cerveza fresquita en un día de calor o después de una jornada de trabajo. Un bocadillo de algo dulce (¡o salado!), un paseo en una noche de verano, una conversación profunda con un amigo, una tarde de peli y manta o de peli y palomitas si el tiempo así lo requiere. Ponerse una camiseta de maga corta por primera vez al comienzo del verano o al revés, una sudadera cuando empieza a refrescar. Y, ¿qué me decís de ponerse una manta calentita en los pies cuando los tienes congelados por el frío?
Hoy tocaba un día positivo, hoy tocaba mi bocadillo de crema de cacao...
Yo soy una persona negativa por naturaleza. Bueno... Por naturaleza y porque en ocasiones tengo también toda la mala suerte del mundo, pero dejémoslo en que está presente en mi naturaleza. Eso, en cierta manera, hace que me cueste más ver las pequeñas cosas que me hacen feliz en el día a día, pero no impide que de vez en cuando las atisbe.
Hoy me estoy comiendo un bocadillo de crema de cacao después de unos quince años (quizá más) sin haberla probado. El otro día pude comer chocolate en tableta después de más o menos los mismos años sin haber podido hacerlo. Y es cierto, cada vez que me quiero dar uno de esos caprichos, me tengo que dejar el sueldo del mes casi de manera literal (soy una persona alérgica, lo cual hace que el precio de estos productos se encarezca y lo cual también intensifica que me dé cuenta de lo bajo que es mi salario), pero merece la pena. No hay mal que por bien no venga que dicen.
Incluso hay pequeños momentos que nos provocan cierta felicidad y que competimos muchos en gran medida. Seguro que como yo, habéis escuchado a gente decir que le encanta escuchar llover cuando están calentamos en la cama. O que disfrutan de una buena cerveza fresquita en un día de calor o después de una jornada de trabajo. Un bocadillo de algo dulce (¡o salado!), un paseo en una noche de verano, una conversación profunda con un amigo, una tarde de peli y manta o de peli y palomitas si el tiempo así lo requiere. Ponerse una camiseta de maga corta por primera vez al comienzo del verano o al revés, una sudadera cuando empieza a refrescar. Y, ¿qué me decís de ponerse una manta calentita en los pies cuando los tienes congelados por el frío?
Hoy tocaba un día positivo, hoy tocaba mi bocadillo de crema de cacao...
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