Nuestras manos parecían cuchillas afiladas y sentía un leve hormigueo en los pies por el frío. Cada vez se hacía más duro pasar de un lado a otro con la mercancía. En uno de los viajes, me agaché para recoger más cosas; pero ya no volvería a levantarme... Sentí un dolor punzante en el costado que me hizo caer y golpearme contra el suelo. Mi sangre comenzó a inundar el suelo blanco de la habitación. No sabía lo que podía haber pasado. Me di la vuelta y vi a Diego con su inconfundible sonrisa y sosteniendo un enorme cuchillo. Comenzar a sonar gritos en la ermita. Cada vez eran más fuertes e hicieron huir a Diego dejando el cuchillo ensangrentado encima de una de las estanterías. Yo quería salir siguiendo sus pasos; pero al intentar levantarme me di cuenta de que no me tenía en pie. Estaba demasiado débil y había perdido mucha sangre. Aquella chica del traje verde entró; pero esta vez vestía un uniforme azul. Parecía querer ayudarme aunque yo no me dejaba. Empecé a perder las fuerzas y las voces de la gente se difuminaban en mi cabeza. La chica me preguntaba cosas. Intentaba que no me durmiese y yo no dejaba de repetir el nombre de Diego. Más tarde, le dije que trabajaba en el supermercado que había en la otra calle. La gente se agolpaba ya a mi alrededor y miraba estupefacta hacia donde estaba señalando mi dedo. Cuando pude por fin incorporarme, comprobé que allí sólo quedaban los restos de un antiguo supermercado en el que unos minutos antes yo había entrado a dejar mercancía. Quedaba un edificio casi en ruinas y con el letrero medio caído.
Aquella noche me di cuenta de todo. Mi jefe, Marco, era el padre de Diego, mi compañero de trabajo. Trabajaba en lo que yo hasta entonces había conocía como la ermita. Hacía 20 años Diego consiguió su primer trabajo en ese supermercado como reponedor; pero un día alguien le clavó un cuchillo por la espalda y por circunstancias que aún se desconocían y murió. Fue la noche del 29 al 30 de Diciembre de 1966. Desde entonces decían que Diego deambulaba por aquella calle buscando a su próxima víctima para hacerle lo mismo que le habían hecho a él. Las noches antes de cada 29 de Diciembre, Diego ya había encontrado a su víctima, un nuevo empleado que empezaba a trabajar días antes de la fecha señalada y en esa noche, le acuchillaba con el mismo cuchillo de la estantería. Ana era la novia de Diego, a la que vino a buscar al año siguiente de fallecer. Dicen que no había vuelto a ser la misma desde aquello... Y la famosa ermita no era más que un centro psiquiátrico en el que hacían cantar a los enfermos cuando creían ver el cuerpo sin vida de Diego.
Ellos me llevaron al hospital y conseguí salvarme; pero... ¿Quién será el próximo empleado del supermercado?
wow, qué buen desenlace jejej
ResponderEliminarMala persona ¬¬ que me apuñalen es genial, no??
ResponderEliminarJajajajajaja.
eys, yo no he dicho eso, te lo has inventao tú jejej
ResponderEliminarno, si digo que está muy bien, eh? si las pelis que más molan son las de miedo, y el protagonista nunca muere, pues aquí igual
Jjajajaja, era broma hombre!! Bueno, mujer...
ResponderEliminarJajajaja, y eso que fue sólo un inocente sueño... A veces los buenos también mueren. Yo sé por quñe lo digo, no me toméis por loca... =P Más loca??? XD
Jjajajaa, de verdad, te lo juro por mi móvil... XD
ResponderEliminarAhora termina tu última frase...
No, si ya, friki hasta durmiendo... XD
ResponderEliminarAnda que... ya te vale, Alex, tener un suenyo tan chulo y no invitarme... XDDDD
PD: que se me olvidaba el nombre!! Que soy Rael!!!U^^
ResponderEliminarLo deducí por lo de suenyo... Jijijiji... Hola Rael!!! Bienvenidoooooo!!!
ResponderEliminarLa próxima vez que vuelva a soñar (por cierto, ayer tuve un sueño increíble) te invitaré. No quieres hacer de malo asesino, verdad??? XD