lunes, 20 de enero de 2014

El Saco de Carbón

La mejor manera de hacer ver a alguien que se está equivocando es dejar que se dé cuenta por sí mismo. Si provocamos que se dé cuenta haciendo un mal, nosotros nos equivocaremos también poniéndonos a su altura. 



Un día Jaimito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre lo llamó. Jaimito lo siguió diciendo en forma irritada: 
- Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso le deseo todo el mal del mundo. ¡Tengo ganas de matarlo! Su padre, un hombre simple pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo: - Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que él enfermara para que no pudiera ir más a la escuela. 

El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde tomó un saco lleno de carbón el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso: 
- ¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó. El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones, pero como el tendedero estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa. 

Cuando el padre regresó, le preguntó: 
- Hijo ¿Qué tal te sientes?- Cansado pero alegre. Acerté con algunos pedazos de carbón a la camisa.

El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
- Ven conmigo quiero mostrarte algo.

Lo colocó frente a un espejo que le permitía ver todo su cuerpo. ¡Qué susto! Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:
- Hijo, como pudiste observar la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos.

7 comentarios:

  1. Eso es casi sabiduría oriental (cambias a Jaimito por el aprendiz de monje shen tsyang y cuela y todo). Entre eso y lo de que para limpiar una cosa siempre hay que ensuciar otra ya puedes ser una guía zen fantástica :P

    Ahora en serio, todo esos enojos son frustraciones, cosas que no sabemos encauzar, pequeños hechos que nos hacen estar a disgusto tanto por el mal que nos hacen como por el mal que nos hacemos al hacer que tomen tanta importancia en nuestra vida como para permitirles herirnos.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta mucho escribir este tipo de cosas en el blog. Me hacen aprender leyéndolas sin necesidad de pasar por el trago de probarlas en mi propia piel y, en este caso, mancharme de carbón. Y lo mejor de todo es que, como casi siempre, la lectura tiene toda la razón. Si mañana alguien termina conmigo insultándome, haciéndome daño y yo hago lo mismo, ambos seremos iguales. En cambio si me hace daño y yo lo dejo pasar y me olvido, simplemente podré continuar con mi vida de la misma forma que antes.

    ResponderEliminar
  3. Es que por el mundo hay mucha gente que le gusta estar sucia (y que se empeñan en ensuciar a los demás)

    ResponderEliminar
  4. Sí, dicen que vivimos en una 'suciedad'. ¿O no es esa la palabra...? Hmmmm, no sé, ahora dudo.

    ResponderEliminar
  5. Si no es esa palabra seguro que es un sinónimo.

    ResponderEliminar
  6. En algún momento la experiencia llega para todos en diferentes manifestaciones, lo que es un hecho es que hemos perdido los valores como seres humanos, las leyes que nos dan esa belleza de la vida. Aquí en mi país México el mitote es nuestra Ley, por más que quiera alejarme de esas conversaciones las encuentras en todos lados, vivimos en carne propia la vida del otro & lamentablemente es solo para mancharnos las camisas de carbón. Gracias por este bello mensaje, siempre mis mejores deseos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué razón tienes, y no sólo la experiencia nos llega en diferentes manifestaciones, sino que además casi nunca aprendemos con palabras, tan sólo con hecho. De nada valdría decirle a ese pequeño que es peor desearle algo malo a su amigo, nunca lo entendería, en cambio el padre con un simple ejemplo y sin palabras, se lo hizo entender de forma sencilla.

      Lo malo viene cuando, como dices, deja de ser "un cuento" y es la vida real, y ves que además no es México el único país donde se han perdido los valores, sino en la mayoría por no decir en todos. A lo mejor algún día nos damos cuenta de todo esto y espero que no sea demasiado tarde.

      Eliminar