miércoles, 30 de noviembre de 2022

¿Qué lees? «Ser, estar, escribir», de Oier Quincoces Blas

Mis estrellas

Sinopsis: La literatura, como la vida, sucede en lugares. Lugares imaginarios, pero también reales,
donde se desarrollan relatos o donde viven y sienten sus autores. Los lugares de la escritura y de los escritores se nos presentan en este libro a traves de cincuenta escenarios imaginados o vividos. Lugares remotos en el tiempo de la China o el Japon milenarios, fantasticos escenarios de la imaginacion latinoamericana y abigarrados cafes europeos o norteamericanos. Espacios vividos por mujeres y hombres que con su escritura nos han hecho disfrutarlos, aunque nunca los hayamos pisado.

Oier Quincoces, Beatriz Sancho y Garazi Fernández de Luco nos llevan a través de esta antología por un viaje que pueblan los cafés vieneses y el lisboeta de Pessoa, el madrileño Gijón y el Slavia de Praga, la catedral de Notre Dame de Víctor Hugo, la Villa Diodati que vio nacer a Frankenstein o el Hotel Pera Palace de Estambul donde recaló Agatha Christie antes de subir al Orient Express, la verdadera biblioteca bonaerense que inspiró a Borges para la fantástica suya de Babel, el Monte Tai taoísta como universo de Lao Tse, la Ítaca de Ulises vista por los ojos del poeta Kavafis, pero también el campo de Auschwitz que sufrió Primo Levi, el lujoso Long Bar del Hotel Raffles que en Singapur frecuentaba Kipling, el dadaísta Cabaret Voltaire y el imaginario Macondo de García Márquez.

Ser, estar, escribir. Escritores y lugares by Oier Quincoces Blas
My rating: 3 of 5 stars

Que nadie se deje engañar por mi puntuación, ésta simplemente se debe a que no es el tipo de libro que suelo leer y tampoco el que podría gustar a todo el mundo; pero el autor del libro, Oier Quincoces Blas, ha hecho un trabajo divulgativo y exhaustivo que vale mucho la pena leer y que, de hecho, se queda incluso corto. A pesar de los cincuenta relatos que pone a nuestro alcance, diría que ha resumido mucho para toda la información que con seguridad tiene a su alcance, aunque es muy placentero leer los relatos teniendo además como acompañamiento los dibujos -de Garazi Fernández de Luco y Beatriz Sancho Carrasco- que te llevan tanto a las personas protagonistas como a los lugares de los que se habla.

Si te gusta la lectura y en concreto saber algo más de la vida de escritores/as variados/as, conocer alguna curiosidad que suele escaparse cuando pasamos superficialmente por su vida, o incluso si te gustaría tener una especie de "guía lectora" para visitar todos los lugares posibles, este es tu libro.

Es una lectura muy fácil y amena, pero que también ofrece algunas frases que quieres recordar por más tiempo. Me repito con la frase del prólogo que ya ha nombrado más gente en las diferentes reseñas, pero es imposible no remarcar de nuevo que: “Leyendo también se viaja”. Y también otras que dejo para la posteridad de mi reseña…


La sugerencia del haiku. El haiku es una composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco moras o sílabas, respectivamente.

Notre Dame. Yendo a Notre Dame y mirando hacia arriba, si uno presta atención, se puede oír hablar a las gárgolas. Víctor Hugo les dio voz, como a tantos y tantos mudos por obligación.

Las hermanas Brontë. Una cárcel y un cobijo al mismo tiempo.

The horse you came in a saloon. Todos, absolutamente todos, tenemos un monstruo dentro de nosotros. Y el monstruo cuando está lejos asusta; pero cuando está en nuestro hogar, cuando su respiración es la nuestra, aterra.

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Goodreads 4.53
La Casa del Libro 5
Amazon 5

martes, 15 de noviembre de 2022

¿Qué lees? «Caricias en el alma», de L. Farinelli

Mis estrellas

Sinopsis: Tamara vive un amor idílico junto a Cristina; se hicieron novias cuando estaban en la universidad y, tras varios años de relación, acaban de mudarse a un diminuto apartamento. Su felicidad es inmensa, por eso brindan por su futuro juntas en un restaurante de su querido Hatillo, en Caracas. Sin embargo, un hecho “casi” insignificante, lo cambia todo para siempre y Tamara tendrá que soportar un duro destino.

Saned es una mujer tierna, inteligente y optimista, que trabaja cada día para pagar sus cuentas.

La vida de Tamara se cruzará con la de Saned en una historia de superación, amistad y amor verdadero.

¿Será que el amor que acompaña y lo supera todo, es para siempre?


Caricias en el alma by L. Farinelli
My rating: 4 of 5 stars

Leer Caricias en el alma podría decirse que ha sido para mí como una montaña rusa. Al principio me ha costado muchísimo meterme en la historia y conectar con los personajes, aunque tampoco tengo del todo claro si ha sido porque más de la mitad del libro se cuenta desde una protagonista que (view spoiler) o porque tampoco en todo ese tiempo, dadas las circunstancias, sucede mucho destacable. Es una pena, porque debido al comienzo, el libro se hace lento en exceso.

También he sentido que en ocasiones me saturaba un poco lo que he percibido como falta de sinónimos en la lectura, especialmente a la hora de nombrar a las protagonistas. Cristina, que aparece un poco al comienzo y aún menos al final, y Saned son casi siempre “la mujer de pelo corto” y Tamara, nuestra protagonista, es “la pecosa o la pelirroja” casi en la totalidad del libro. Quizá mi opinión esté equivocada, pero creo que dada la escasez de personajes (Tamara, Cristina, Saned, el par de enfermeras donde solo destaca Rosales y los padres de Tamara), los demás solo están apenas de paso y no se sentiría cargante que se utilizasen los nombres una vez se nos hayan presentado y nos hayamos habituado a ellos.

Por lo demás es una historia de amor entre mujeres que nace del cariño profundo de no poder conocerse y comunicarse, pero sí compartir cada una su trocito de vida y la mayor de las rutinas. Muchas veces el mundo cambia demasiado a tu alrededor cuando tú te limitas a estar quieta (literal o figuradamente al final casi es lo de menos...). Es el primer libro que leo de la autora y me gustaría poder leer alguno más para tener una mejor idea de cómo escribe.

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Goodreads 4.50
La Casa del Libro Sin reseñas
Amazon 4.2

domingo, 6 de noviembre de 2022

Mi abuela

 Escribo esto algo pasadas las cuatro de la mañana del día 31 de octubre y estoy… Derrotada. Bueno, quien dice derrotada, dice cansada, agobiada, estresada, agotada, reventada… En fin, creo que se entiende, todo lo que termine en -ada menos emborrachada y encantada, así, a grandes rasgos...

Se puede considerar que la pandemia fue relativamente condescendiente conmigo, con nosotros. Mi familia tuvo COVID, unos asintomáticos y otros prácticamente lo mismo. Mi padre lo tuvo al menos un par de veces también, que sepamos, pero al haber estado aislado en principio tanto mi madre como yo salimos airosas (de nuevo añado el, que sepamos). 

Mi abuela se recuperaba de su mastectomía, para después sufrir un ictus y más tarde, este verano pasado, un ciática la arrasaba. Quién sabe si no derivada del mismo ictus… También perdimos a mi tío por el camino. Aunque era aún joven, estuvo enfermo un largo periodo de su vida. Mis abuelos paternos viven ahora en una residencia. La salud aqueja cuando estás cerca de cumplir el centenar de años (94 y próximamente, 98 años) y ahora viven en una residencia. Mi abuelo tiene problemas respiratorios desde hace ya ni se sabe y ha estado ingresado en el hospital hasta hace un par de días. Y unos días antes mi abuela materna, quien ahora vive a caballo entre nuestra casa y la casa de mi tío (su hijo) perdió el equilibrio en el baño de nuestra casa, por lo que fue obligada la visita a urgencias de madrugada. Resultado: cinco grapas en la cabeza. 

La vida no da un respiro y ahora se ha cebado. Mis tíos se ocupan tanto de la madre de mi tía (roza los noventa) como a meses alternos también de mi abuela (quien también acaricia esos noventa) y quien ahora es totalmente dependiente. 

No puedes pasar un minuto completo sin vigilarla. Conste ante todo que esto no es un reproche, es simplemente una exposición de la realidad en la que vivimos tanto nosotros, como cualquier persona que se enfrenta a cuidar de alguien que depende. Ella intenta levantarse porque cree que puede. Ella intenta caminar porque cree que puede. Pero ella pierde el equilibrio porque realmente no puede. Si una de las dos (mi madre o yo) va a la cocina, la otra se queda con ella. Si una va a la compra (mi madre siempre, desde luego yo soy poca ayuda en ese aspecto), la otra se encarga de darle de merendar o llevarla al servicio. Realmente no la dejamos sola un solo minuto, con además, su consiguiente agobio y muchas veces, incluso gran enfado… Pero necesita estar a solas en el servicio, lo cual suena lógico y… 

Hace más de dos meses que no salgo de casa y no respiro aire fresco, aunque dicen que realmente de fresco nada, que estamos viviendo una especie de primavera/verano tardíos. ¿Quién sabe? 

Por otra parte mi abuela también empieza a tener algunas lagunas. En ocasiones no recuerda a mi madre y habla de ella en tercera persona: 

- Mi hija me cuida. 
- ¿Quién es tu hija?
- No sé…
- Tu hija soy yo.
- ¿Tú me has duchado esta mañana?

 

Alguna vez me ha preguntado que por qué tengo ahí (en el salón de mi casa) mis guitarras. - Abuela, las guardo ahí porque yo vivo aquí, esta es mi casa. A pesar de todo y aunque alguna vez no me conozca, siempre me busca para que la ayude a andar. Hemos encontrado una técnica en la que yo me pongo delante de ella con las manos hacia atrás para que ella pueda apoyarse en mí a modo de andador. Soy algo así como un andador humano, aunque creo que incluso esta técnica comienza a fallarnos. El equilibrio cada vez está más descontrolado y me da miedo no poder atraparla si de alguna manera lo llega a perder… Y ella aunque no sepa quién soy, se fía de ir agarrada de alguien. Para levantarse del sofá, tenemos otra técnica. No tolera que le tiren de los brazos, porque dice que le duelen, así que ella levanta un poco el culo y yo con las manos… ¡Epa!

Mañana nos despedimos después de dos meses juntas como siamesas. Cuando no es mi madre la que hace de siamesa, me intento poner yo. No podemos imaginar cómo seguirá todo después de este mes que estará fuera, pero por mi padre la he prometido una tarta de limón para cuando regrese en Navidades. Y bueno… Me seguirá robando trocitos de palmera de chocolate y diciendo que es que le da envidia que me la coma yo sola a pesar de haber merendado como una campeona… 

Yo por mi parte, dejo que la música y los libros vuelvan a intentar salvarme.