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sábado, 6 de febrero de 2016

Tengamos respeto

Tengo 30 años. Bueno, en realidad tengo 29 y muchos meses… Durante toda mi vida he vivido en un par de lugares y en cuatro casas diferentes, lo que conlleva cuatro mudanzas, cuatro grandes cambios, cuatro oportunidades de experimentar sitios diferentes, cuatro maneras de adaptarte, cuatro(cientas) clases de vecinos y un largo etc. 

Mi primera casa era un piso de unos 75 m2 con tres habitaciones pequeñas y un tercero de tres, por lo que vivía encima de otros dos pisos, pero encima de nosotros no vivía nadie que pudiera fastidiarnos, por así decirlo. No recuerdo mucho en cuanto a ruidos, problemas de vecindario y similares porque nos mudamos cuando yo tenía tan sólo ocho años. De los problemas que había me fui enterando después, cuando era más consciente de las cosas, aunque por lo general era un buen vecindario y en nuestro caso concreto, yo era una niña tranquila, no daba demasiado por saco y nunca hubo ninguna queja. 

Mi segunda vivienda era un adosado grande, éramos (y somos, aún conservamos esa casa) cuatro vecinos y a pesar de ello sí tuvimos algunos problemas más, incluidas llamadas a la policía (no por nuestra parte). Nuestra vecina tiene un perro incansablemente ladrador. Puede estar horas, y horas, y horas, y horas seguidas ladrando, incluso cuando ladra de manera afónica puede continuar ladrando sin cansarse. De por sí ya es molesto, pero si encima esto sucede TODOS los santos días y además a TODAS las santísimas horas, madrugadas enteras incluidas, esto se convierte en una costumbre demasiado molesta para todos (excepto para los dueños del perro, se ve). Hubo denuncias, existieron varias visitas de la policía (caso omiso a todo) y finalmente como nos volvimos a mudar no sé qué pasó con el tema. Mientras tanto y antes de la mudanza, mi vecino de al lado alquiló su chalet para irse a vivir a otro lugar. De cada uno de los vecinos que vinieron a vivir a nuestro lado sólo puedo decir cosas entre buenas y muy buenas, igualmente a la inversa. Excepto de una pareja. De nuevo vinieron a vivir con un par de perros de razas bastante grandes y de nuevo eran ese tipo de personas que no tienen ningún miramiento en dejar a los perros incluso varios días solos y llorando en el jardín mientras ladran durante horas y horas, días, noches y madrugadas. Dejaban un poco de comida, agua y ale, a molestar a los vecinos con los ladridos y lloros. Yo lo sentía por los perros, este tipo de cuidados no son los que se esperan de un dueño hacia sus perros y tampoco de unos vecinos hacia sus semejantes. Tal fue el percal que terminaron discutiendo entre ellos porque ni siquiera sabían cuidarse mútuamente, se separaron y acabaron mudándose para regocijo de todos los vecinos, en especial nosotros que estábamos tabique con tabique. 

Aproximadamente a los 23 años, volvimos a mudarnos, esta vez a un vecindario supuestamente pijo y a un piso cuarto, de nuevo el último. A un lado teníamos a un matrimonio con un par de hijas que no vivían con ellos y un par de nietas pequeñas que venían de vez en cuando. Son encantadores y aunque algunos vecinos se quejaron del ruido que hacían las niñas, yo no puedo decir que se las escuchase. A ver, son niñas, tienen que hablar, reírse, correr… Estaban apenas unas horas y ni se las sentía, pero siempre tiene que haber vecinos que den la nota… Al otro lado vivía un matrimonio con un niño pequeño. Ni un ruido. Enfrente vivía uno de los señores más encantadores que he podido tener como vecino. Era un matrimonio mayor con un perro al que de nuevo sólo escuchabas cuando te saludaban en el descansillo o el ascensor y encima era siempre para decirte cosas agradables o hablar de fútbol (él era atlético y nosotros madridistas, jejejejeje). 

Fue una pena tener que mudarse de nuevo, pero aquí estoy, viviendo desde hace unos días en un nuevo lugar. Ahora tengo tanto vecinos arriba, como vecinos abajo y aunque la casa está muy bien en muchos aspectos, las paredes son de papel. No sé qué tipo de mecanismo utilizaron para aislar del ruido pero yo oigo el avión que tienen aparcado mis vecinos en su baño (sí, yo qué sé para que aparcan un avión ahí, pero yo juro que eso es un avión) y de hecho, les he escuchado todas las conversaciones sobre la futura decoración mientras me duchaba. Oigo a un bebé llorar y a otro niño algo más mayor llamar a su madre TODAS LAS NOCHES. Todas. Y a menudas horas, pobre madre. Yo no sé si será un instinto raro que me ha venido dado por trabajar con niños pequeños, pero cada vez que este niño llama a su madre, mi mente se cortocircuita y me despierto como si fuese a mí a quien llama. A los niños de arriba, los del avión, opino que sería conveniente rebajarles un poco la ingesta de azúcar, si no llegará el día en el que con esas carreras se les escapen del piso y tendremos que ir a buscarlos a la meta de la San Silvestre. 

Gracias; o por la desgracia, nunca se sabe; a vivir aquí y a las diversas cosas que voy viendo o escuchando, el otro día me planteé algo: ¿por qué somos tan irrespetuosos? O bueno, no sé si se debería calificar como irrespetuosos o simplemente pasotas, egoístas, vagos o qué sé yo. 

Mi vecino de enfrente por ejemplo. Supongo que la mujer está harta de que siempre se fume el pitillo en casa mientras los niños juegan a su alrededor, así que como no tiene terraza, se asoma por la ventana a fumarse el cigarrillo de rigor. No hay un día en el que no tire la colilla encendida y sin mirar. ¿Y si pasa alguien y le cae en la cabeza? ¿Y si pasa alguien paseando al bebé con el carrito y echas la colilla dentro? ¡Vaya gracia tío puerco! 

Hablemos de nuevo sobre animales (irracionales digo) que por lo visto es un tema recurrente. De nuevo y aunque en nuestro caso suena lejano, hay un perro que se tira toda la pronta mañana hasta el mediodía y muchas de las tardes ladrando, aullando y llorando sin parar. Si te tienes que ir obligatoriamente porque eres una persona con la suerte de tener un trabajo y vas a dejar al perro solo, no le dejes el marrón a los vecinos, ellos no tienen la obligación de aguantar a un perro porque eligieron no tenerlo. Imagino a un bebé durmiendo en la habitación de al lado, a una persona que sufra jaquecas constantes o a una persona que simplemente quiera ver un rato la tele o escuchar música con el ladrido de tu perro taladrándole el cerebro. Enséñale a no ladrar, ponle un bozal, llévate el perro, llévalo a un lugar donde lo cuiden o haz lo que quieras, pero los demás no tienen por qué aguantarlo y tu perro tampoco creo que sea muy feliz así. 

Y de nuevo otro tema recurrente y que también tiene que ver con los animales. ¿No tenéis todos un supuesto “cagadero oficial” en la puerta de vuestra casa? ¿Y por qué siempre está en la puerta de nuestra casa y no en la puerta de la casa de los dueños? Digo, ¿eh? En todas las casas en las que he vivido menos en la primera, la cual cerraron por lo mismo y por el peligro de dejar los perros sueltos junto a un parque de niños, teníamos un cagadero para los demás. Da igual la casa que elijas, tu puerta es el meadero, yo no me lo explico. Tú perro no entiende, eres tú el que le tiene que enseñar (por si no te habías coscado). Y si se les escapa, que esas cosas pasan, ¡recógelo! 

Hablemos de la basura… La gente sabe que los cubos se abren y que las bolsas de basura, plásticos, vidrios, cartones, papeles y demás basura se mete dentro para que luego vengan los basureros y se la lleven, ¿verdad? Que el suelo es para pasear y no para ver lo que has tirado dentro de tu bolsa y que además los basureros no tienen ninguna obligación de coger lo que tú andes tirando por el suelo, ellos simplemente tienen que vaciar los cubos. Que a ver, si no cabe nada más ya es de lógica, o no bajas a tirar la basura y esperas a que se recoja o la dejas en un ladito, pero están los cubos vacíos y las bolsas en el suelo, de adorno. He visto gente, cuando los cubos eran de esos que levantabas la tapa y la dejabas caer hacia atrás, que cuando veían el cubo abierto TIRABAN LAS BOLSAS DESDE SU VENTANA. El colmo de la vaguería. Si no quieres bajar a tirar la basura, vago, acumúlala en tu casa y no en el suelo de la calle. 

Volvamos a los ruidos. ¿Alguien respeta hoy en día la hora de la siesta? Porque yo creo que la mayoría ni sabe cuál es la hora de la siesta. Que oye, a mí me da lo mismo, no la duermo ni en verano, ni en invierno, pero se supone que hay un horario de siesta que se debe respetar en el que hay que moderar el ruido por si aquellos pobres desgraciados que trabajan doce hora seguidas (que los hay y hablo de primera mano) tienen la suerte de poder echarse una siestecilla, no les estemos jorobando. Ni siesta ni leches, aquí la hora de la siesta es la que tienen mis vecinos para tocar la trompeta. Y los cojones, pero la trompeta supuestamente. La hora a partir de la cual se debe dejar de hacer ruido se supone que la tenemos todos clara: las doce de la noche. Del dicho al hecho hay mucho trecho, eso sí; pero la de la mañana y la de la siesta son universos por explorar. 

¿Y qué hay de los que tienen la mano pegada al pito? Al del coche me refiero… A ver… Si te levantas a las cinco de la mañana para pasar a recoger a un compañero a las cinco y media, no seas hijo de la madre que te peina y que te lava y pites para que baje, maldita sea, que son las jodidas cinco y media de la mañana y la gente normal duerme. Y aunque no duerma, pitar en población, al menos cuando yo me saqué el carnet, está prohibido. Espera a que baje o mándale un WhatsApp, que seguro que por el móvil se entera antes que con tu pitido y de paso nos haces un favor a los demás. 

Por todos es, o debería ser comprendido que uno puede necesitar tirar de la cadena a las cuatro de la mañana porque necesitaba ir al baño; que de vez en cuando se celebran fiestas, un cumpleaños, se ríe, se corre, se baila; que los niños lloran, incluso los que son un poco más mayores… Está claro que todos colgamos cuadros, que se nos caen cosas al suelo, que de vez en cuando hablamos más alto de la cuenta o que un perro puede tener el día tonto y ladrar de más. A todos nos pasa. Un día, dos, cuatro… Pero cuando ya son escenas que se convierten en costumbre, deberíamos tener un poco más de cuidado y respeto por los demás, aunque sólo sea porque con ello tendremos más cuidado y respeto por nosotros mismos. Al menos es una opinión personal, luego cada uno está claro que practica lo que puede o lo que quiere. Que en el fondo no cuesta nada apagar una colilla, cuidar bien a un animal, recoger una caca, levantar una tapa, hacer menos ruido o no tocar el claxon. 


Y vosotros, ¿tenéis alguna queja de vuestros vecinos?



¡Un saludo!

5 comentarios:

  1. Mi libertad acaba donde empieza la libertad de los demás. Todo el mundo quiere imponer su propia libertad y sus derechos sin darse cuenta de que eso tiene que hacerse desde la responsabilidad de que todas tus acciones tienen consecuencias que pueden afectar a terceras personas. Y creo que esa debe ser una lección que no se cuenta en los colegios desde hace muchos años o que se ha pervertido completamente de un tiempo a esta parte, porque si no, no se entiende lo que pasa.

    Sobre el tema de los ruídos, también es cierto que se banaliza mucho la contaminación acústica, nadie le hace caso.

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  2. Yo es que quizá peco de demasiado recta/cascarrabias o lo que quiera que sea, pero qué quieres que te diga, no me cuadra que una familia se ponga a correr y chillar a las 7:30 de la mañana un Domingo. Y cosas así ahora a puñados. Lo mejor es que luego hay juntas de vecinos y reuniones y los que más joden son los que más se quejan de los demás. A ellos les jode cuando se lo hacen, pero cuando lo tienen que hacer, no tienen problemas. O jugamos todos o rompemos la baraja...

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    1. Esa regla (los que más lata dan son los que más se quejan luego de los demás) siempre se cumple, y cuidadito con intentar corregirles o plantarle los hechos en la cara, que se sienten amenazados y se ponen a la defensiva enseguida.

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  3. Y eso de "a la defensiva" se traduce en joder un poquito más, que todavía les cabía algo...

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